En la fiesta.

2168 Words
Cuando sonó la campana recogí mis libros, junto a mis amigas salimos del aula, todos los chicos corrían como si fueran vacas saliendo del corral, no sabía porque esa manía de querer salir del colegio tan rápido, en lo que a mí respectaba podría quedarme todo el día, nomás para contemplar desde una acierta distancia a Adiel. Llegué al parqueadero y me despedí de mis amigas, subí al autobús y saludé al hombre del asiento y me acomodé a su lado, no me gustaba ocupar los asientos de atrás por una simple razón, tenía que compartirlo con alguien más, y corría el riesgo que ese alguien fuera Diego, y eso me desagradaba. Una vez que los alumnos del recorrido habían subido, entre ellos Diego, pues al quedar nuestra casa en la misma dirección, debíamos irnos en el mismo recorrido, el hombre de edad media encendió el autobús y salimos. El antes nombrado me observaba sonriente desde el asiento trasero, su sola presencia me causaba ganas de vomitar. Era horrible que alguien de tu propia sangre te acosara y no existiera el respeto que debía existir, hay veces había pensado en contarle a mis padres, pero sabía que papá no dudaría en reclamar, y eso afectaría la bonita relación que había entre la familia de la tía y la nuestra, la única que lo sabía era Ximena, mi hermana, al igual que yo, ella había preferido guardar silencio, pero también había evitado que el se siguiera acercando a mí. Al llegar a casa saludé a mamá quien no se despegaba de la máquina, le di un beso y subí hasta la recámara, abrí mi diario y empecé a escribir cada movimiento y mirada que Adiel dirigió a mí, seguido suspiré y me acosté boca arriba, perdí la mirada en el blanco tejado y sonreí, sonreí como una loca al recordar la cercanía en la que estuvo cuando revisó mi ejercicio. No sé en qué momento el sueño me dominó, pero desperté con el toque de la puerta. —Crys, cariño, baja almorzar antes que te duermas. —Voy Ma—, bajé y me senté a comer, cuando estaba por terminar mis ojos se abrieron con asombro, limpié mis labios con rapidez y salí de la misma forma, mi hermano había llegado y eso era una emoción para la familia. —¿Por qué corres como cabra loca? —masculló mamá. —Es Jack, acaba de llegar—, informé y salí de casa. —¡Mi princesa! —, Jack abrió sus brazos y me recibió con un fuerte abrazo de esos que parecían romperte los huesos —Esto es para la hermana más hermosa que tengo, pero es un secreto, no le digas a Xime, que después se enoja—, susurró a mi oído y sonreí con emoción. Ingresamos a casa y saludó a todos, repartió besos y abrazos a mamá, papá y Xime, incluso a la empleada de servicio, es que mi hermano era tan lindo y noble que no hacía diferencia en nadie. Tenía una familia maravillosa, una familia de esas que se amaban con toda el alma y que todos se llevaban de lo más bien, dónde no existía la envidia y el rencor. Mi segundo hermano estudiaba la universidad al igual que mi hermana, ambos seguían la misma carrera, tras de nacer el mismo día, había elegido estudiar lo mismo, sus metas eran llegar a ser doctores importantes en el país. Ahora que mi hermano había llegado, lo más probable era que por la noche se realizara una reunión familiar con los más allegados. Cuando la noche llegó, la familia se hizo presente. No toda, al menos la de papá si, ya que era una familia pequeña, solo era él, mi tía y el insoportable de su hijo. Sus padres habían muerto cuando papá era muy joven y mi tía una adolescente. Por eso que papá cuidaba de su hermana, incluso porque era madre soltera, cuidaba de ella al igual que Diego. Los amigos de Jack también fueron invitados, algunos vinieron a darles las buenas nuevas, entre ellos Adiel, aunque no fueron compañeros del colegio, su amistad empezó fuera de este, Adiel se había convertido en su mejor amigo, y en realidad me alegraba que se hubiera hecho presente, más aún que viniera solo. Adiel vestía un pantalón rojo tubo, con un buzo blanco ajustado a su cuerpo, dejando notar los vigorosos brazos que poseía, sobre todo, su firme abdomen. Él era tan guapo que, atraía la mirada de todas las mujeres que se habían hecho presente está noche, incluyendo la mía. Él me sacaba más de un suspiro y dejaba mi corazón totalmente alocado y mi mente embobada. Me encontraba parada en lo más alto de las gradas, soltando más de un suspiro que dejaba vacío mis pulmones. Desde aquí lo contemplaba sonreír con mi hermano, cada expresión de su rostro me fascinaba, me tenía tan atrapada que, no podía dejar de observarlo, y cuando su mirada deparó en mí, desvié la mía a otra parte. —Crys, ven— Solicitó Jack y devolví la mirada a ellos. Caminé con el temblor en mis piernas, mis manos estaban completamente heladas y mi pecho retumbaba cómo parlante de discoteca, llevaba la mirada clavada en el suelo, y cuando estuve delante de ellos la alcé y me encontré con la de Adiel. Joder, me estaba observando fijamente, y aquello encendía más mi nerviosismo. Mi corazón latía desenfrenadamente, no sabía cómo detenerlo y sabía que, si mi hermano me pedía que los acompañara, no creía poder hacerlo, y si lo hiciera, terminaría descubierta. —Crys, mamá te llama—, informó Xime, acarreé la mirada a ella, solo así logré recobrar el aliento. —Ya vuelvo—, dije y me dirigí hasta la cocina, dejando a la espera a mi hermano con Adiel y otros que los acompañaban. —Aquí estoy—, dije parándome a un costado y atrayendo la mirada de mamá, ella me observó de arriba a bajo y musitó. —¿Es acaso esa mi hija menor? —Claro que lo es, está preciosa—, me halagó Flavio, mi otro hermano, me llevaba con cuatro años y era súper alto, me abrazó por detrás y me dio un beso en la cabeza. Fla siempre olía tan rico, y era muy guapo, por eso tenía a todas las chicas de la universidad locas por el, aunque era un engreído y mimado, pero también era un caballero, él, sería el futuro cirujano de la familia Bruce. —Lleva esto a tu hermano y a su amigo—, ordenó mamá —Pero…yo ¿por qué? —Bueno porque no hay nadie más, además se que mueres por estar pegada a tu hermano como una garrapata, al igual que de tu profesor Adiel —Oye Ma, eso no es cierto—, reproché agarrando la bandeja, mi madre sonrió y continuó en lo que estaba. Flavio ya había desaparecido de mi lado, no le gustaba la bebida y por ello evitaba estar cerca de quienes bebían. Con la charola en mano di la vuelta y suspirando profundo me dirigí a ellos. Cuando se trataba de Adiel me era inevitable no suspirar, como todos los días antes de ingresar a su hora de clases. Aunque siempre había sabido ocultar mi amor, y esta noche no sería la excepción. Caminé con mis piernas temblando de nerviosismo, me reprendía así misma por no poder controlarme, traté de pensar en algo más que no fuera Adiel y su mirada cautivadora, traté de olvidar la cercanía en la que estuvo hoy en clase, por consiguiente, la cercanía en la que estaríamos en un par de segundos, pero me era imposible sacarlo de mis pensamientos. Al llegar, coloqué la charola sobre la mesita sin mirar a nadie, temía encontrarme nuevamente con la mirada de Adiel, de hacerlo, si que quedaría al descubierto. —Aquí está, ¿para que me llamabas Jack? —, pregunté solo mirando a mi hermano. —Era precisamente para esto pequeña, gracias por traerlo—, le regalé una sonrisa y me propuse a marcharme, pero la voz de Adiel me hizo detener en seco. —¿No piensas quedarte con nosotros como hace años atrás? —, inquirió llevándome de vuelta al pasado. —Es cierto hermana, antes no te despegabas de nosotros, ahora te vas como si escaparas de algo, ¿o es que Adiel es un profesor horrible? Escuché a Adiel sonreír, me giré y conecté la mirada con la suya al mismo tiempo que bebía de su copa. Me miró sobre el filo de la copa y eso me provocó un cosquilleo en la guata. —¿Eres un ogro en el colegio Adiel? —, inquirió Jack. Adiel volvió a reír mientras tomaba y eso le provocó que se encasquille, inmediatamente Jack le dio palmadas en la espalda. La encasquillada de Adiel provocó mucha gracia y empezaron a reír como locos, y sus sonrisas terminó contagiándome. —Vaya, al fin vuelve a sonreír mi novia chiquita—, pronunció y volvió a beber, aquello disipó mi sonrisa. —Ya no puedes decirle así Adiel, tú ya eres casado y mi hermanita ya ha crecido. —Sabes que lo digo de cariño, ella siempre será mi novia chiquita—, lo dijo mirándome fijamente y quiñándome un ojo —Bueno, hasta que se case. Así era como me solía decir cuando era una puberta, y eso creo que alimentaba más el sentimiento que habitaba en mi corazón. Ante nuestra mirada fija, Jack carraspeó la garganta y cambió de tema, en cuanto yo bajé la mirada al suelo y continué ahí parada como una estatua, de pronto alguien tocó mi cintura trayéndome de vuelta de lejanos pensamientos. —¿Puedo sentarme aquí?— Preguntó Diego aún sosteniendo con una de sus manos mi cintura. Al verlo y sentir su toque inmediatamente me aparté. Apreté los dientes al recordar que me tocó, era tan asqueroso que no desaprovechaba la más mínima ocasión para estarme tocando. —Si claro, siéntate, tu también Crys. —Yo…yo debo ayudar a mamá, Jack—le dije y me retiré antes que insistiera. Caminé lo más rápido que pude, mientras más lejos estuviera del miserable de Diego mejor para mí. Me senté junto a Xime y empezamos hablar, cabe mencionar que mi hermana y yo nos llevábamos excelente, era la mejor hermana que la vida me pudo haber dado. Después de un rato ella se entretuvo con otras chicas las cuales no me agradaban, por ello salí a la piscina, me senté en una de las sillas a contemplar el cielo estrellado. Respiraba gruesamente recordando la mirada de Adiel, sonreía sola y volví a suspirar. —Quisiera saber quién es el dueño de esos suspiros—, escuché esa voz, lo que provocó una alteración de mis nervios. Una especie de temblor sacudió mi cuerpo, me levanté y me giré en su dirección. Los negros ojos de Adiel me observaron sin dar un parpadeo, caminó lentamente con su copa en mano y sin despegar su mirada de la mía, al quedar delante su mano libre la dirigió a mi rostro, agarrando así un mechón que cubría este y lo colocó tras la oreja, se acercó un poco más dejándome completamente helada. Mi corazón saltaba con tanta emoción, parecía que iba a explotar e incluso salirse de su órbita. Adiel corrió sus labios a mi oído para seguido susurrar. —¡Estás hermosa! — infló sus pulmones y soltó el aire que cayó sobre mi cuello, lo que provocó que mi piel se erizara. Mi corazón latió desenfrenadamente y me sentí tan débil que parecía que en cualquier momento me iba a desmayar —Muy hermosa—, volvió a decir rozando mi oreja. Retuve el aire en mis pulmones, y cuando se alejó un poco para beber de la copa que sostenía en sus manos solté el aire. Después de beber volvió a clavar esos negros ojos en los míos y con una hermosa sonrisa musitó —Estás pálida, ¿viste algún fantasma? ¡Por dios!, que hombre tan hermoso, podría lanzarme a sus brazos y hacerlo una y mil veces con él y juro que nunca me arrepentiría. —¿Yo?— miró a su alrededor y sonrió —¿Hay alguien más aquí? —No… —¿Entonces? ¿A quién más crees que me estoy dirigiendo? Joder, mi tonto corazón se emocionó a un punto que el martilleo se volvió a incrementar. —Profesor Adiel—. Diego se acercó a nosotros y vociferó —Jack lo busca. Adiel se alejó de mí, tomó el último residuo de la copa y dijo a Diego —¡Gracias! Regalándome una quiñada de ojo, Adiel se marchó, por consiguiente, quise hacer lo mismo, pero la mano de Diego me sujetó con fuerzas del antebrazo. —Ya no tengo duda, andas locas por el profesor Adiel.
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