—Bueno, yo me retiro, los dejo para que continúen.
—Gracias Mami—. Mamá me sacó la lengua y se fue. Adiel posó el vaso en la charola y volvió a explicarme. En esta vez puse más atención y algo se me quedó.
—¿Seguro entendió?
—Si.
—Cualquier cosas si no entiende puede escribirme y preguntar.
—Para que me deje en visto— musité sobre bajo pero llegó a sus oídos y sonrió.
—En serio, no fue mi intensión. Cuando llegó su mensaje estaba por ingresar a la ducha. Y ya luego me ocupé en otras cosas y no pude responder.
—Profesor, en serio, no tiene que darme explicaciones.
—Ok, solo quería que supieras que no fue mi intensión dejarte en visto.
Sonreí y Asentí.
—Ahora ya me trata de tú.
El sonrió y se vio tan hermoso, como un Dios griegos, como un príncipe de esas películas, pero inalcanzable para una plebeya como yo.
—¿Cómo quiere que le diga?
Bajé la mirada y apretando mis labios dije.
—Me gusta… señorita Bruce.
Volvió a sonreír y colocó su brazo sobre el espaldar del sillón, sus ojos negros me miraban fijamente lo que me hizo bajar la mirada.
—Me gustaría que fueras como antes, así como esa niña que sonreía y no se despegaba de nosotros— le escuché suspirar y le regresé a ver. Su mano agarró mi cabello y lo colocó tras mi oreja. j***r, que me bese, pedía en mis adentros. No, Adiel no iba hacer eso, el no sentía absolutamente nada por mi, más que solo cariño.
—Ya no soy una niña—, dije en un susurro al sentir sus dedos acariciando mi cutis.
—Lo es, señorita Bruce—, dijo al bajar su mirada a mis labios —Sigue siendo una hermosa niña, pero más grande—. Culminó y se alejó. Agachó la cabeza y soltó un suspiro —¿Qué estoy asiendo?— Dijo sobre bajo y con ambas manos cubrió su rostro.
—¿Es feliz profesor, Adiel?
No sé ni porque pregunté eso, j***r, quería que la tierra me tragara y me escupiera en otro lugar. Más cuando giró su rostro y me miró con el ceño fruncido. No pude continuar ahí, tomé el cuaderno y salí disparada, llegué hasta mi cama y me lancé ahí.
“Tonta Crys, eres estúpida”. Reproché mientras apretaba la almohada. Cuando la puerta se abrió limpié las lágrimas.
—Pecosita, ¿quieres acompañarnos a dar una vuelta?
—No. Tengo mucha tarea—, dije con la voz quebrada.
—¿Estas enferma?— cuestionó al acercarse.
—No te acerques Jack, quiero estar sola. ¡Por favor vete!
—Pero ¿Por qué?
—Jack sal de mi habitación— grité y lo saqué a empujones. Seguido cerré la puerta y me lancé sobre la cama. Varias lágrimas rodaron de mis ojos, que puto dolor sentía dentro, era terrible no poder gritar y contarle al mundo cuánto amaba a mi profesor Adiel.
Eran estos días en los que deseaba ser mayor de edad y tener su misma edad, haberlo conocido antes y ser yo su esposa. Se que soy una maldita pecadora por pensar en el hombre ajeno, pero j***r, es que no puedo con esto. ¡Dios, ayúdame! Quiero sacarme del pecho Adiel, quiero que en mi vida aparezca alguien que me ayude a olvidarlo. Aquella noche lloré como nunca, pero en silencio, que nadie me escuchara, porque lo que menos quería era dar explicaciones.
Al día siguiente me preparé para ir al colegio, como todos los días la primer cosa desagradable que veía era Diego. El día que partiera de Estaquía ese iba ser el día más feliz de mi vida, porque no volvería a ver la cara de Diego, y cuando volviera seguro ya estaría casado y así dejaría de joderme el existir.
Llegué al colegio con el corazón apachugado, caminaba en dirección a mi aula cuando en la esquina del pasillo alguien lanzó el humo del tabaco en mi rostro —¿Pero que te pasa idiota?
Una vez que el humo desapareció de mi rostro me quedé perpleja. Puesto que me encontré con el hermoso rostro de un chico, y unos labios carnosos en forma de corazón, unos ojos cenizas que me observaban fijamente. Aquel chico sonrió de medio lado y podría jurar que era la sonrisa más hermosa que había visto, j***r, que era un tremendo galán, pero eso sí, no más que mi querido Adiel.
—Crys—, escuché la voz de Diego y me volteé a verlo. Caminaba a pasos rápidos y una vez que se detuvo delante de mí, me tomó de ambos brazos y gruñó —¡Eres una maldita zorra! Te quejaste con Adiel para que el muy cabron te pare bola ¿Verdad?— Me sacudió con fuerzas, por lo que de inmediato reaccioné.
—¡No me toques! —, lo empujé pero él era más fuerte.
—¡Te toco cuando quiero! —, bufó e intentó acercarme más a él. No obstante, el chico que minutos atrás me había lanzado el humo del tabaco en mi cara, intervino. Le vi presionar la mano de Diego y esté le fulminó con la mirada.
—A las mujeres no se las trata así—, dijo y puedo decir que su voz me encantó.
—¡No te metas en lo que no te importa! —, rugió Diego.
—Yo me meto en lo que se me de la gana. Así que te exijo, que ahora mismo la sueltes.
Diego soltó una carcajada y me empujó. Lo hizo tan fuerte que caí al suelo y me golpeé las nalgas y los codos. Pero él dolor de la caída se disipó cuando aquel desconocido estampó un puño en el rostro de mi primo y este último cayó de una al suelo.
El desconocido sacudió sus manos y caminó hasta mí, extendió su mano y me ayudó a levantar.
—Soy Will—, dijo al meter las manos en los bolsillos de su pantalón. Luego se marchó dejándome ahí.
Por consiguiente miré a Diego que se quejaba en el suelo. Luego llegó Carol y lo ayudó a levantarse.
—¿Qué te pasó amor?
—¡Que te importa! —, dijo al soltarse de su agarre. Carol bajó la mirada. Seguido Diego me fulminó con la mirada —Esto no se va a quedar así—, sentenció al pasar por mi lado y chocar mi hombro.
—No deberías dejar que te trate así, apenas eres su novia.
—No te metas en lo que no te importa, Crysthel.
—Soy tu amiga por eso me meto.
Carol torció los ojos y fue tras Diego. Yo por consiguiente continúe mi camino, llegué al salón y coloqué mi bolso en el espaldar de la silla.
—¿Qué te pasó en el brazo? —Cuestionó Cleo. Dirigí la mirada a mis antebrazos y me alcé de hombro.
—No lo sé—, dije y me concentré en mis cuaderno. Seguido sonó la sirena y solté un suspiro. Nuevamente me tocaba con Adiel.
Bastaba escuchar la sirena sonar y que aquella hora me tocara con Adiel, para que mi cuerpo entero empezara a temblar.
Los segundos pasaban y mi pierna se movía más rápido, el nerviosismo en mis manos la aplacaba tratando de escribir. Cuando la puerta se abrió mi corazón se detuvo, para luego dispararse en mil emociones.
—Buenos días—, dijo y sobre bajo respondí —Hoy se integra a ustedes otro compañero—, comentó lo que me obligó a mirar. Fruncí el ceño cuando lo vi. Era el mismo chico que me ayudó, y en realidad si me daba gusto que formara parte de nuestro paralelo.
El chico nuevo se presentó y todos nosotros hicimos lo mismo, luego colocaron su banca delante de Cleo, y Adiel continúo con la clase. Hoy mi mirada solo deparaba en él chico nuevo, j***r, no podía dejar de llevarla a él.
De pronto me quiñó un ojo y evadí la mirada con una sonrisa, y la deparé en Adiel que me miró con ojos afilados. La mirada de Adiel hacía estremecer mi corazón, por ello la bajé y continúe escribiendo lo que él dictaba.
Cuando la hora de Adiel terminó, agarró sus cosas y se marchó sin voltear a ver atrás. Apenas desapareció de nuestra vista, todos mis compañeros se levantaron y rodearon al nuevo, Carol y mi persona fuimos las únicas que nos quedamos sentadas en nuestros asientos.
La siguiente hora pasó y cuando la sirena sonó, todos se retiraron incluido el nuevo. Yo me quedé guardando con lentitud mis cuadernos, minutos después salí y con pesadez caminé por los pasillos del instituto. Más adelante me encontré con Henry y empezó a fregar mi existir.
—¿Y mis dos bolas dónde están? Porque tú eres mi cabeza de gato— Pasé de largo e ignoré sus estúpidas comparaciones. Una vez que llegué al comedor encontré a Cleo haciendo la fila, ella siempre corría a ganar los primeros lugares hasta que yo, la tortuga como me decía apareciera.
—Caray, Cris, creí ya no venías.
Compré y nos dirigimos al comedor. Una vez ahí Cleo se levantó para ir por un refresco, segundos después, una mano giró una de las sillas y se acomodó frente a mí. Era él, el chico nuevo estaba frente a mí.
—Un gustó conocerte, Crysthel Bruce—, dijo al estirar su mano.
Agradecí y la estreché. Me observó fijamente aún con mi mano estrechada a la suya, seguido bajo su rostro y besó mi mano, lo que me hizo exaltar, rápidamente la saqué de su agarre y alcé la mirada.
Adiel Brenes me estaba observando fijamente. Su mandíbula se veía tensa como si estuviese enojado, bueno, decía que me veía como su hermanita, la hermana que nunca tuvo, quizás por eso le molestaba que un chico se me acercara. Pero ignorando su presencia me puse a platicar con Will, junto a Cleo investigamos sobre su vida. Era un chico problemas por eso lo habían cambiado de instituto, pero me agradaba su lado caballeroso cuando me defendió del tarado de mi primo, y lo chévere que era. Me bastó tratarlo unos minutos para darme cuenta que era una persona encantadora.