Después de haber pasado un día increíble los dos juntos y solos en la playa, estamos regresando a casa, y por algún motivo no hemos vuelto a hablar del beso, pero tampoco ha sido necesario, nuestras miradas lo han dicho todo. Al llegar a la casa, abro la puerta, entramos sin decir una palabra y ella de inmediato va hacia la escalera para luego ir hacia su cuarto. Carolina me mira sentada desde el sofá de la sala y me hace una seña para que me acerque a ella y sin dudarlo lo hago. —Hermanito, cuéntamelo todo —me dice sonriente. —¿Qué quieres que te cuente? —le pregunto haciéndome el distraído y es evidente que esto no funcionara con ella. —Esa sonrisa que llevas tatuada en tu cara no es porque si, así que empieza —me exige. Me rio ante sus palabras y me siento a su lado en el sofá. —B