Sin mediar una sola palabra, Abbel toma de la mano a Megan y la dirige hacia la habitación, pero rápidamente ella hace resistencia. —¿Qué te pasa? —pregunta sin entender la actitud de su esposo. —No vas a salir con esa ropa. ¿Ya viste cómo estás vestida? Ese vestido es muy corto y además está muy pegado a tu cuerpo —intenta explicarle. —¡Me gusta mi vestido! No le veo ningún problema. —El problema aquí es que eres mi esposa y si sales a la calle, lo más probable es que te reconozcan y no permitiré que andes en boca de los demás por tu causa —dice tajantemente. Megan se queda pensando en las palabras de Abbel. Debe cambiarse por lo que dirán las personas si la llegan a ver. —Esto no estaba en nuestro contrato, no puedes obligarme a cambiar de ropa —Megan le dice en su defensa. —Tiene