Federica Toda la noche sin dormir, como si estuviera atrapada en un ciclo interminable de espera y ansiedad. Apenas faltaba poco para levantarme y dirigirme a PRISM, y aún no había recibido ni una sola señal de él. La pantalla de mi teléfono se había convertido en mi verdugo, mi pulso aceleraba cada vez que la miraba, esperando un mensaje que nunca llegaba. Valentino me había prometido una cena, una noche de ensueño… ¡Maldito mentiroso! Con las primeras luces del amanecer, limpié las marcas del llanto de mi rostro y me serví una taza de café, lista para salir corriendo al trabajo. Y entonces, la puerta del departamento se abrió de golpe, otro de mis dolores de cabeza personales hizo su entrada tambaleante. —¡Vaya! Qué madrugadora —balbuceó Antonella, apenas manteniéndose en pie, ebria