Leandro Mackenzie La vulva de Katherine estaba increíblemente caliente, ardiente en una manera que me desbordaba. No pude contenerme más, cerré los ojos y, sin pensar en nada más, dejé escapar mi chorro caliente dentro de ella. Katherine no se quedó atrás; se corrió nuevamente, y esta vez fue un clímax impresionante. Se arqueó, abriendo los ojos de par en par, mirándome con una intensidad que me hizo estremecer. Se apretó los senos con tal fuerza que parecía que podría lastimarlos, sus gritos eran profundos y llenos de un placer crudo. De su frente escurrían gotas de sudor, testimonio de la pasión desenfrenada. Cuando el éxtasis terminó, se desplomó sobre la cama, completamente agotada. Con ternura, besé sus labios y le quité las pezoneras. Luego, descendí lentamente hacia su trasero, e