Katherine Olson Al escuchar las palabras de Leandro y sentir su cabeza deslizándose en mi pecho, confirmé que no era la única emocionada por estar sentada en su regazo. Sin embargo, no me parecía el momento adecuado para decirle que moría de ganas de ser suya y tocar el paraíso. Su ausencia me estaba consumiendo. Aunque lo veía casi a diario y en esa fría celda me hacía su mujer, anhelaba que esa noche me devorara por completo. Mis deseos se intensificaban con cada día que pasaba, y la necesidad de tenerlo era abrumadora. Era como si mi cuerpo tuviera control propio, sin consultar a mi conciencia. Y solamente quería tenerlo dentro de mí. —Cómo quiero que te olvides de esa oscura depresión, mi viejito sabroso —le susurré al oído, casi inaudible, mi voz parecía más un jadeo. —Ay, pe