Jennifer Mackenzie Al ver las irregularidades y no entender ni cinco de lo que estaba ocurriendo, me dirigí directamente a la mansión de Leandro. Él debía retomar las riendas de su empresa; las cosas se estaban saliendo de control, y yo ya no podía seguir manteniendo el papel de sumisa con Valentino, solo por averiguar que pasaba, sabiendo que, en los últimos días, lo único que me provocaba era repulsión. Cuando llegué, lo encontré desplomado en su sofá, con la barba desaliñada, el cabello sucio y despeinado, y un aspecto tan desastroso que me costaba reconocerlo. El desorden a su alrededor era abrumador. —¡Mierda, Leandro! ¿Qué te pasó? —pregunté, incapaz de ocultar mi sorpresa al ver el caos en el que se había convertido su vida. —Mi vida es una mierda. ¿Qué haces aquí? —respondió s