Katherine Olson
El ensordecedor pitido de una maquina se adentró en lo más profundo de mis oídos, era un apabullante bip…bip… Abrí los ojos lentamente, tratando de asimilar en donde estaba, varios recuerdos vinieron a mi mente, y con el dolor comprendí, que había pasado la última vez que estuve consciente.
—¡Oh que bueno que despertó señora Olson! —Moví la cabeza despacio y una enfermera estaba colocando un medicamento o algo en mi suero, me miré la mano y efectivamente, ¡estaba en un hospital! Ahí recordé lo que me había hecho Valentino.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí?
—Dos días señora Olson, su esposo está muy preocupado después de su accidente —la enfermera dijo compasiva y no precisamente conmigo.
Apreté los ojos ¡maldito miserable!
—¿Él está aquí?
—Si señora, ya lo llamo para que venga a hablar con usted —Tome con fuerza la mano de la enfermera no quería que se fuera y me dejara sola con él, además necesitaba saber algo más
—Señorita, no se vaya, espere por favor, ¿Y mi hijo?
La mujer suspiró y se quedó viendome con nostalgia.
—Lo siento señora, Olson, usted tuvo una perdida, de verdad lo lamento.
—¡Noo! —Grité desconsolada, intenté levantarme de esa cama, pero fue imposible, me dolía hasta el ultimo de los huesos ¡Maldito miserable!
Mi llanto era desgarrador, el dolor de haber perdido a mi tesoro era irreparable, me hubiera quedado en silencio, como me arrepentía de no haber huido a tiempo de los brazos de ese maldito rufián. Lo amaba, pero con lo que me hizo, cualquier sentimiento bueno se desvaneció y se convirtió en un odio profundo por su ser, me las iba a pagar.
Dos minutos después, un ramo de rosas asomó por la puerta y detrás de este, Valentino, estaba vestido informal, y desplegó una sonrisa como si se tratara de una visita al medico por apendicitis.
—¡¡Esposa!! Me dieron la noticia de que habías despertado, que felicidad, que duro accidente el que tuviste, pero ya te pondrás mejor.
Valentino se acercó a la mesa, dejó el ramo de flores y me dio un beso en la frente, ¡Hipócrita!
Mire a la enfermera que le sonreía, como si él fuera el hombre perfecto, y allí lo comprendí que sucedió, él ya había arreglado para que todo pasara como un accidente.
—Si, que duro fue todo. —Replique sintiendo como mi corazon se estaba saliendo a través de mi garganta y estaba a punto de explotarse para dejarme sin vida y salvarme de este sufrimiento.
La enfermera de nuevo sonrió como una perra, y miró a mi esposo con cara encantada. —Los dejo para que hablen, han sido un par de días muy tediosos, con permiso.
La mujer salió, y en cuanto lo hizo, el esposo amoroso y compasivo desapareció.
—Katherine, te salvaste perra, pero no habra una próxima.
—Eres un miserable mataste a mi hijo, voy a denunciarte
—Nadie te va a creer, tienes antecedentes de esquizofrenia.
—Amelia, Amelia lo vio todo —grite en un acto desesperado
Valentino se carcajeó en mi cara, burlándose de mi dolor.
—¿Amelia? Debe estar donde su familia hace cien años mi querida esposa, así que solo estamos tu y yo
Lo miré con desprecio, quería tener las fuerzas y la valentía suficiente para tomarlo del cuello y acabar con su existencia, pero no era más que una estúpida cobarde, dependiente emocional.
—Quiero el divorcio —Le dije sin más
—Claro cariño, te lo daré si renuncias a toda tu parte de nuestro patrimonio.
—No lo haré, me iré a juicio y peleare por lo que es mío.
Valentino resopló —nada es tuyo estúpida, ahora te quiero ver bien calmadita, mi jefe está afuera, él muy imbécil quiere visitarte, el hipócrita quiere pasar por empático, cuando en el trabajo no es más que un viejo amargado.
—¿Y si no lo hago qué? —Sentencie
—Si no lo haces, sacare a tu hermanita de la fundación esa en donde está y las dejo en la calle, a las dos.
—Te voy a meter preso cabron—grite
—No puedes, todos están de mi lado, un prestigioso hombre como yo, no se vence tan rápido.
Valentino salió y mi corazón latía todavía más violento, la frustración e impotencia que me causaba estar casada con él, me iban a matar.
Gimotee, con deseos inmensos de gritar, pero el perfume embriagador que se asomaba por la puerta inundó mis fosas nasales, el perfume de tono amaderado, de hombre, era delicioso. Y calmó un poco mis locos deseos.
Valentino entró de nuevo en la habitación y detrás de él, un señor, su jefe. Un hombre con apariencia de mediana edad, pero increíblemente conservado. Su cabello estaba empezando a volverse plateado, y unas cuantas arrugas rodeaban la comisura de sus ojos. Sus dientes blancos y perfectos me regalaron una sonrisa, y su cuerpo trabajado mostraba lo cuidadoso que era.
—Buenas tardes, señora Olson ¿Cómo está?
—Buenas… tardes —Titubee avergonzada, no me alcanzaba a imaginar mi presentación.
—Esposita, él es mi jefe, el señor Leandro Mackenzie
«¿Esposita? Perro miserable» pensé
—Yo… yo soy —Trague seco —Soy Katherine Olson
—Mucho gusto, lamento lo que le sucedió, Valentino me contó y quiero decirles que cuentan con todo mi apoyo para su recuperación, la compañía se hará cargo de todos los gatos, aunque no fue un accidente laboral, nuestro lema siempre ha sido el apoyo a nuestros empleados.
—Oh no es necesario señor Mackenzie —respondí avergonzada —Mi esposo pagará todo ¿Verdad?
Las mejillas de Valentino se sonrojaron de inmediato, y sus ojos se oscurecieron ¡Estaba furioso!
—Si cariñito, yo pagare la cuenta, ahora, tengo que irme, los voy a dejar —Valentino dijo despreocupado —Ya sabes querida, que duro fue el accidente.
Sentí sus palabras como una amenaza, trague el sabor amargo del dolor y suspire.
—Bueno señor Mackenzie no quiero quitarle mucho de su tiempo, así que le agradezco que haya venido hasta aquí, gracias por su apoyo.
Mackenzie se quedó viendome, su expresión cambió, y en sus ojos grises se mostraba un aire de compasión que nadie jamás sintió por mí, era como si él supiera la verdad. Se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
—Señora Olson, no quiero ser imprudente, pero se que algo está muy mal. Primero que todo, lamento mucho su perdida.
—Gracias señor, pero todo está bien —Mi voz se entrecortaba cada vez más
—Valentino es un buen empleado, pero una desagradable persona, y viéndola a usted he confirmado lo que ya sospechaba, él la maltrata ¿verdad? —El jefe de mi esposo se cruzó de brazos y arqueó una ceja mientras me miraba.
Me quede en silencio, otorgándole el poder de asumirlo todo, ¿A quien le iba a negar una realidad tan absoluta como la mía? Aunque su jefe ¿Qué podría hacer por mí?
Las lagrimas cayeron de nuevo y me ahogue en llanto, un llanto desgarrador e incontenido, que dejaba brotar todos mis sentimientos.
—Está bien llorar señora Olson, lo que no está bien es que usted siga permitiendo que ese imbécil la golpee, yo la puedo ayudar
—¿Cómo? ¿Cómo? Si es que él me tiene amenazada
Leandro se sentó a mi lado, y suspiró.
—Yo la puedo ayudar señora Olson—Mackenzie se quedó en silencio— Ojalá mi hermana hubiera recibido ayuda cuando la necesitó, tal vez estaría viva, el maldito de su esposo la mató sin compasión en un caso de maltrato intrafamiliar, ¿Usted quiere ser una victima más?
El hombre hablaba con tanta sensatez, que parecía convencerme, ahora mi concentración se posó no en su magnifico físico, sino en su atractivo cerebro, aunque… ¿él que ganaría con eso? ¿o que estaba tramando?
—No sé que pretende señor Mackenzie, todo esto es muy extraño, usted es el jefe de mi esposo, ¿Qué tiene que ver conmigo?
—Solo quiero ayudarla, es todo
—¿Con que objetivo? Usted ni me conoce
—Por favor, señora Olson, tal vez no es el momento de hablar, pero estoy dispuesto ayudarle, ¿Entiende lo que le digo?
Lo miré extrañada, ¿Ayudarme? Apenas me conocía, ¿Qué estaba pasando? Mínimo era una trampa sucia de Valentino. No podía permitirme caer en su juego.
—Váyase señor Mackenzie, y por aquí no regrese
—Por favor, Katherine, permítame ayudarla
—Váyase por favor, no necesito su ayuda ni la de nadie, ¡lárguese o llamo a alguien!
El apuesto hombre se levantó de su silla y negó con la cabeza. Sacó una tarjeta de su bolsillo y la puso sobre la mesilla.
—Si necesita ayuda, no dude en buscarme, es su vida la que está en juego y yo estoy dispuesto a ayudarla.
—Yo no necesito su ayuda, adiós. —Recosté mi cabeza mirando hacia otro lado, y él salió de la habitación. Nuevamente me sumergí en el llanto, completamente impotente, pues no había una sola razón para que un desconocido como él, quisiera ayudarme.
No sé qué pretendía, la única ayuda que yo necesitaba en ese momento, era una venganza en contra de mi esposo Valentino Briston, de una forma u otra, él debía pagar la muerte de nuestro hijo.