Me quedé inmóvil, con la mente en blanco, intentando procesar sus palabras. ¿Qué? ¿Un beso no consensuado? ¿Un romance sin importancia? Pero Douglas… Douglas me había dicho que era su esposa. ¿Por qué me mentiría? ¿Qué razones tendría para inventarse algo así? —No te creo, ¿te mandó Leandro? Jennifer soltó una carcajada amarga, llena de desprecio. —Ay, Katherine, eres patética. Ya entiendo por qué Valentino te engañó —dijo, con una crueldad que me golpeó en lo más profundo—. Te lo diré claro: necesito que vuelvas a la ciudad y hables con Leandro. Lo están tratando de hundir, y si cae, todo su patrimonio se va al diablo. Y el mío también. Mi resistencia se mantenía firme, no quería dejarme llevar por sus palabras ni su arrogancia. —¿Y yo qué tengo que ver con eso? —pregunté, manteniénd