Katherine Olson Al salir de la oficina de Leandro, sentí mi corazón latir con fuerza y mi respiración se volvía cada vez más errática. Él me ponía nerviosa, y tuve que salir sin siquiera darle un beso. Mis deseos estaban a flor de piel, y un simple roce de sus labios podía desbordarlos. Fue en ese preciso instante, con mi sonrisa aún iluminando mi rostro, cuando el ascensor se abrió y apareció la causante de mis pesadillas: Jennifer Mackenzie. Con su porte de mujer refinada, su vientre prominente, evidenciando el hijo que esperaba de mi esposo, y su elegancia inmaculada—con cabello perfecto y labios rojos—me observó de arriba abajo. No pudo ocultar su desdén, y su mirada despectiva fue completamente correspondida. La vaga aspiración de ocupar un lugar de señora, que ni en otra vida lo