Jennifer Mackenzie. Salí de la oficina de Katherine sintiendo que una carga se había aligerado en mi pecho. Quizá había dicho más de lo necesario, pero ella debía saberlo; después de todo, era verdad. No fui más que una víctima más de Valentino, un nombre en una lista que ya no me hacía daño. Caminé por el pasillo hacia el elevador y de pronto, mis ojos se encontraron con los de Federica. Tiempo atrás, al descubrir que era la amante de Valentino, habría querido destruirla, arrancarle los ojos, como si su existencia fuese la razón de mi dolor. Pero ahora solo sentía lástima. Lástima por lo que significaba estar con él, en ese mismo lugar donde yo alguna vez estuve, ilusionada y ciega. Nuestras miradas se mantuvieron atrapadas un instante hasta que la puerta del elevador se abrió. Di do