Esa noche, estando vestida y arreglada, Jun no pudo dejar de sentirse como una completa estúpida, su estúpido cuerpo ya se había acostumbrado a todo esto, era difícil pensar en un peor engaño que mentirse a sí misma. La ansiedad volvió a atacar sus nervios. Para cuándo el teléfono de la mansión sonó, se dio por enterada que nadie contestó, normalmente era el trabajo del mayordomo, pero en su estúpido delirio de pasar una semana junto a su esposo le pidió a los empleados de la mansión que se tomarán la semana libre. —¡Estúpida Jun!—Se dijo a sí misma. Ni siquiera fue keith quien llamo para informar sobre su retraso, Mikaela se encargó de comunicar ciertos problemas con la documentación en el aeropuerto. El problema no era su ausencia, no podía culpar a keith por algo fuera de sus manos.