La clínica del pueblo era pequeña, con un aire acogedor y un aroma leve a desinfectante. Sophie caminaba de la mano de Emily, cojeando apenas por el dolor en ambas rodillas. Axel iba detrás de ellas, con las manos en los bolsillos y una expresión que oscilaba entre el fastidio por el lugar al que habían acudido y la preocupación por el bienestar de Sophie. —Buenas tardes —los saludó Ángel Ballesteros, el mismo medico que parecía haberse interesado en Emily, ese que no había sido del agrado de Axel. Al ver al Emily, el médico mostró una sonrisa genuina, y después esta se borró cuando observó a Axel. —Mi hija tuvo un pequeño accidente —explicó Emily, devolviendo la sonrisa con amabilidad. Axel, que ya sentía cierto malestar desde que entraron, frunció el ceño ante lo radiante que parecí