A la mañana siguiente luego de que volviera a conciliar el sueño después del susto tan grande cuando se golpeó el pobre Deninsón, sonó mi despertador —¿Quién diablos me programó ese bendito despertador? ¡Rayos!—Grité con furia porque lo que menos deseaba hoy era levantarme de la cama. Entró César tomándose un jugo de naranja con una cara de perverso y dijo: —¿Cómo amaneció Doña Alejandra? Anoche luego de que regresara te programe el despertador porque sabía que hoy se le pegarían las sábanas y debes asistir a un evento muy importante de caridad. —Quise insultarlo pero no sé lo merecía, todo el rollo de la noche anterior me lo había levantado yo solita y era mi trabajo. Entre la estamada de Juah, los documentos que había empezado a leer y la romántica escalada de Deninsón solo había alc