Capítulos VII

1713 Words
—¡Súbete que te llevaré a tu nueva casa! Tú empleada y tus niños ya están instalados allí. —No podía creer lo que estaba escuchando “mi nueva casa” yo no necesitaba nueva casa, ya tenía una y me había costado mucho trabajo conseguirla entonces le refuté: —¿Cómo que nueva casa? Explícate bien… ¡Yo ya tengo una casa! En ninguna parte del contrato establecía que me debía mudar. Me parece una falta de respeto que tomen ese tipo de decisiones sin consultar. —El hombre muy calmado me dijo que la novia del candidato a la gobernación no podía vivir en el barrio tan peligroso donde había comprado mi casa. Y que no me debía preocupar por mis muebles porque estarían en perfecto estado hasta que se acabará mi contrato y decidiera regresar a mi vida normal. Bueno, si era de esa forma pues ¿Qué podía alegar? Me subí al auto y me dijo que al día siguiente sería mi cambio de look en una peluquería reconocida. Le mencioné que debía hacer unas compras navideñas porque tenía planeado pasar la noche de navidad con mi familia. Él personalmente se ofreció a comprar todo lo que le pusiera en la lista y más, pero yo por ningún motivo debía ser vista en supermercados o centros comerciales baratos. Cuando entramos a la urbanización todas las casas tenían el mismo estilo y al frente se veían las mejores camionetas que hubiese visto en la ciudad. Se detuvo y dijo: —¡De ahora en adelante ésta será tu nueva casa! ¡Bienvenida! Por cierto mi nombre es César, disculpa que no me presenté de una mejor forma antes. —Toda una chulería, hasta parecía que estaba soñando. Había tomado en cuenta a mis niños y los había incluido. ¡Estaba tan emocionada porque no tendría que separarme de ellos como había estado pensando! Me bajé aún adormecida por tanta belleza y vi que de adentro de la casa salía Rahin corriendo hacia mí, lo cargué y dijo: —¡Un señor nos trajo y dijo que sería nuestra nueva casa! Es muy grande… ¡Tiene un patio de juegos! ¡Tienes que verlo mamá! Vamos… ¡Corre! —decía muy impresionado y yo agarradita de su mano me sentía tan dichosa de que pudieran estar viviendo esa experiencia. En medio de una piscina de pelotitas de colores estaba Rahul muy contento disfrutando de ese emocionante momento. La niñera se acercó muy preocupada y dijo: —¡Tuve mucho miedo de que te molestaras por haber permitido que los trajeran sin tu autorización! Te querían sorprender, señora Alejandra ese novio suyo debe tener mucho dinero. —Mucho dinero y poder… Con esa gente tenía que ser muy precavida, conocían hasta el más mínimo detalle de mi vida. La tranquilicé diciéndole que todo estaba bien y que se quedará pendiente de mis niños mientras yo iba a dar una vuelta por el lugar. Me estaba preguntando cómo sería mi habitación. Pero antes debía solucionar lo de las compras navideñas así que hice una lista y se la entregué al señor César “mi chófer” él personalmente se las entregaría a mi mamá. Por lo menos si podía ir ese día a compartir con ellos. No era por lo agradable de mis familiares, sino por la comida tan deliciosa que preparaba la abuela. Por eso podía soportar cualquier comentario fuera de lugar o despectivo en mi contra. Me hartaba de comida y mi abuela aún me ponía un poquito para llevar. Ya sabía yo que iba a llegar causando sensación y a las que me llamaban “puta barata” les iba a tapar la boca. Estaba viviendo un sueño y no iba a permitir que nadie me despertara antes de tiempo. Cuando vi la habitación toda de color fucsia me quería desmayar de emoción… Abrí todas las puertas del clóset y nunca había visto tanta ropa hermosa. Los zapatos, las carteras… ¡Era mi palacio! Al día siguiente eran las seis de la mañana cuando sonó la alarma, a las siete en punto debía estar ingresando al salón de belleza. Primero me empezaron a decolorar el cabello que lo tenía teñido en un color cobrizo con algunas ondas. Pero ahora pasaría a tener el cabello lacio y de color rubio claro. A la hora del almuerzo el chófer me entregó una bandeja de comida, me ubiqué en un lugar donde no oliera tanto a químicos y con la segunda capa de decolorante en mi cabeza almorcé. Me dijo que una de las instrucciones es que debía comer a la hora para mantener estable mi metabolismo. Yo no me opuse y me comí todo lo que me llevó. Cuando el estilista dijo que ya eso había sido todo estaba mareada de tantos olores fuertes y tenía dolor de cabeza. Me llevó a la casa y me acosté a dormir. Sabía que me veía muy extraña pero estar sentada tanto tiempo había hecho que me doliera el trasero y el tatuaje que estaba recién hecho. Me tomé dos aspirinas y pedí que no me despertarán si no era emergencia. A la mañana siguiente envié a César por los regalos de navidad de los niños. Pedí una bicicleta para cada uno y algunas golosinas. Ya podía comprarle un buen juguete sin pensar en que estaba gastando demasiado o que me iba a quedar corta en los próximos meses. El clóset de ellos también había sido renovado y había ropa muy espectacular. Mis príncipes se veían muy guapos y yo muy orgullosa de tener dos hombrecitos creciendo felices. Durante el día recibí llamadas de mi madre y de mi abuela exigiendo que tenía que asistir a la cena. Decían que habían ido a mi casa y no había nadie. Tuve que contarles que me había mudado y luego les enviaría la dirección. Primero debía consultar si las demás personas podían visitarme o no. Después de que les prometí que iría sin falta con los niños, la niñera y el chófer. Se morían de la risa y decían que seguro era mi nuevo marido y lo quería hacer pasar por chófer. Las dejé tranquilas con sus acumulaciones. Y me dediqué a hacer un poco de ejercicio porque después de la operación no había vuelto a agarrar la máquina. Sudé bastante y luego salí al patio a jugar un rato con los niños. Entre los dos me querían volver loca, ya están muy tremendos y a mí me costaba alcanzarlos. La niñera se acercó con una jarra de jugo para ellos y yo aproveché para irme a bañar. Ella dijo que se encargaría de tenerlos listos en una hora. Me puse un vestido que se ajustaba a mi cuerpo y me marcaba el pecho y el trasero. Peine el cabello y me puse un maquillaje suave, me habían diseñado las cejas y tenia pestañas postizas así que mi rostro se veía muy bello de forma natural. Los niños iban vestidos con camisa manga larga y jeans. Las correas y los zapatos resaltaban. Se veían muy hermosos. El chofer estaba listo y nos dirigimos a casa de nuestra familia. Al llegar le pedí al chófer que nos acompañará pero dijo que tenía algunas horas libres para ir con su familia pero que apenas me quisiera regresar a casa debía llamarlo. Varias primas me vieron bajar del auto y no daban crédito a lo que veían. Bajé algunos regalos que César había comprado para que no me apareciera con las manos vacías (golosinas para los niños y botellas de vino para los adultos) claro aparte de la otra compra que el mismo había entregado. Entré, saludé a mi , busqué a mi abuela y solo escuchaba cuchicheos, sabía que me estaban criticando el cuero pero no me importaba. Después que hube saludado a todo el mundo nos reunimos en el patio central para hablar y disfrutar de unos ricos cócteles y pasapalos mientras todos los niños corrían en el jardín. —¡Veo que ser puta si da la talla tía Alejandra! —Me dijo una sobrina a la que le costaba tener la lengua quieta, me puse a reír y le dije: —Pues si, todo es cuestión de conseguirte un buen patrocinador. —Y le guiñé un ojo, la verdad cuando una empezaba el tema todas seguían con la antipatía. —Entonces creo que ser una perra si vale la pena, porque tía usted con ese cuerpazo que ahora se gasta, tiene hasta chófer y por lo que dijeron se había mudado a un barrio caro. ¡Yo también quiero! Mamá dice que eso que haces no deja nada, pero yo veo los resultados y saco otras conclusiones. —Volvió a insistir la niñita insolente y entonces le repliqué: —En todas las familias siempre tiene que haber una loca; ahí está su mamá. Un inteligente; ahí está mi hermano, un santo; ahí está el tío Carlos y una puta que soy yo. Entonces para usted ya no queda más que estudiar y ganarse las cosas con el sudor de su frente. Y al próximo que se burle de lo que hago le preguntaré ¿Cuánto me está dando para mantener a mis hijos? ¡Nada, verdad! Entonces dejen de ser tan sapos y sean felices. —Me habian sacado la tapa. Siempre se burlaban de frente de mí y ya estaba bueno. Yo no había tenido la culpa de que ese trabajo fuese el que ofreciera una mejor calidad de vida para mis hijos. Durante toda la noche nadie más volvió a tocar el tema. Bailé sola con una escoba y tomé vino hasta que estaba muy borracha y les hice un striptease. Cuando me vieron el tatuaje solo murmuraban… Las tías celosas me taparon con el mantel de la mesa y le llevaron hasta el baño y me metieron bajo el chorro del agua, hablaron con la niñera para que llamarán al chófer y me llevarán a mi casa. Me la pasé de lujo y aunque al otro día tenía un ratón impresionante solo me podía reír de todas las locuras que había hecho el día anterior. Pero la verdad es que casi siempre era yo la que hacía el show en las fiestas.
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