Y así fue, allí estaba yo aquella mañana, con mi mochila a cuestas y la seguridad de querer comenzar otra vez, recordé las palabras de GianPaolo "Anda con cuidado de no volver a lastimarte, estaré cerca aunque no me mires", eso me hacía sentir en cierto modo un poco más segura, salvo por las miradas que se posaban sobre mí mientras caminaba por los pasillos de la universidad, los profesores eran discretos, pero de igual modo sentía sus ojos en la nuca como fríos dedos. El día allí era más fresco que en cualquier otro lugar, quizá porque los salones eran bastante amplios y con aire acondicionado, mientras los exteriores tenían frondosos árboles que atajaban la ardiente luz del sol que cada medio día abrazaba la ciudad. La clase transcurrió sobre el caminar de un