Capítulo 1

1211 Words
    Recuerdo el tiempo de hace seis meses atrás, cuando todo entusiasta Tommy caminaba de un lado a otro con la ligereza de una doncella, estábamos en su apartamento y mientras él preparaba la cena, yo terminaba las asignaciones de la universidad sobre la mesa de cristal que se situaba a mitad de la sala. —Y como sé que no tienes con qué pagar… —dijo con su típica actitud asertiva, rellenando las arepas con jamón y queso—. Yo cubriré los gastos, pero… con una condición —canturreó. —¿Cuál? —pregunté yo, dejando la tarea para mirarle a la espera de aquello que seguramente sería otra más de sus locuras. —Tendrás que bañarte en biquini, chica —planteó—. Necesitas color, mujer. Necesitas mostrar todo lo que tienes. No puedes andar todo el tiempo enconchada como una ostra.       Me encogí de hombros. Mientras Memo, el gato de la cuadra se restregaba en mis pantorrillas por debajo de la mesa, ronroneando en una suave orden que demandaba caricias. —Trato hecho —le respondí despreocupadamente, acariciando al animal por un momento—, aunque no deberías molestarte en pagar mi parte en ese viaje. Tienes otros gastos pendientes —aconsejé prosiguiendo mi informe escrito en el ordenador portátil. —Cariño —dijo como réplica a mi comentario—. He estado repleto de trabajo, y tú de obligaciones estudiantiles, ambos merecemos unas vacaciones con playa incluida. Ten —colocó mi plato sobre la mesa. —Gracias —sonreí abiertamente al ver la deliciosa cena que me esperaba soltando un tentador aroma—. Eres un gran tipo, Tommy.      Evidentemente eso le sonrojó, de modo que se acercó para abrazarme en medio de una amplia sonrisa gatuna pero lo detuve, sin intenciones de parecer cruel con sus sentimientos hice un ademán de mantenerlo a una distancia prudente y eso, como siempre, le molestó. —Eres mala, Diana —me acusó con tono de víctima—. Eres fría, eres insensible y no me quieres.     Puse los ojos en blanco, ya comenzaba éste otra vez. Lo vi retirarse y sentarse entonces con su plato en una silla apartada de la mesa, pegada a la pared, marcando una gélida distancia entre ambos y comiendo sin ganas. De modo que me puse de pie y me acerqué a él, agachándome frente a su silla. —No me hables —me dijo secamente, intentando esconder las ganas de sollozar. —Ya deja el show, Tommy —le regañé suavemente—. Claro que te quiero, gafo. Eso no tienes por qué ponerlo en tela de juicio, pero debes respetar mis límites —le recordé—. No es mucho pedir, sólo… evita abrazarme, no es algo que me haga sentir cómoda. —¿Pero por qué te incomodo? —reclamó—. Es injusto que digas eso a éstas alturas, sabes que no soy mala persona, te ayudo siempre que puedo, incluso me has visto desnudo. Sabes que nunca te faltaría el respeto, somos amigos, recuerda eso. Aunque parece que no te importa —cuestionó finalmente dando otra mordida a su arepa. —Te vi desnudo sin querer, aquella vez entré a la habitación en el momento menos indicado y opino igual, nunca te faltaría el respeto. Pero repito, no es algo que me guste, Tommy —pausé—. Los abrazos no me agradan.   —Es que a ti nada te agrada a fin de cuentas —protestó nuevamente—. Mantienes oculta tu vida privada de mi como si fueras una artista o algo parecido, todo los acontecimientos de tu vida diaria los escondes, no me cuentas nada, ya ni parecemos amigos —vio mi expresión de a quién le dan en la frente—. ¿Qué? ¿También es algo que te incomoda hacer? ¿Confiar en mí como confío en ti?   —El hecho de que me cuentes cada detalle de tu vida privada no me obliga a hacer lo mismo —afirmé mirándole a la cara—; pero tienes razón en parte, sólo… dame un poco de tiempo —busqué urgentemente esquivar el tema sin lastimarlo. —¿Más tiempo? Diana, tenemos dos años siendo amigos y la situación sigue igual —despotricó.    —Me cuesta hablar de mis cosas —repetí por milésima vez—. A veces lamento ser así. Pero eso no quita que te tenga un cariño inmenso, Tommy. Intentaré ser un poco más abierta contigo. Sólo, tenme un poco más de paciencia.     Pareció pensárselo, yo esperaba lograr lo que quería a final de debate. De modo que, efectivamente sonrió otra vez, volviendo el rubor a su cara —Marrdita —me dijo conteniendo una sonrisa. —Puto —le respondí en medio de una también—. Igual que tu fiestera cavidad anal.     Estalló en risas y ya todo volvió a la normalidad. —Te quiero, pequeño duende —declaró. —Yo igual —dije la verdad dejando de sonreír para mirarlo con considerable ternura, antes de revolver cariñosamente su cabellera rojiza y ponerme de pie para regresar a mi asiento, a mi cena y a mi tarea.       Pero ahora no podría contarle mis cosas, ya el tiempo había cerrado sus puertas. Ahora su alma probablemente habría abandonado su cuerpo que mientras tanto permanecía allí, con las manos atadas al respaldar de la cama y la sangre ya media seca por toda la zona que alcanzó mojar en algún momento. —Retiraré la bolsa de su cabeza —dijo el forense ataviado con uniforme n***o y guantes de látex así como el tapabocas que cubría la mitad de su cara y el gorro quirúrgico que cubría su cabello.      Ese rato fue en el que más necesité algo o alguien en quién sostenerme puesto que sentía que caería en algún momento, probablemente no soportaría la conmoción que traería con sigo lo demás, era evidente que no sería agradable descubrir qué ocultaba esa inmóvil bolsa en la cabeza del cadáver de Tommy. El tiempo pasó frente a mis ojos como un rollo de películas  a velocidad de cuenta gotas, las habilidosas manos del hombre enguantado fueron retirando el objeto lentamente hasta dejar por completo a la vista de todos dentro de aquella habitación, la crueldad de la que fue víctima mi occiso amigo. —¡Mierda! —se escuchó la primera exclamación. —¡¿Qué carajos…?! —se escuchó otro más. —Señorita, usted debe salir de aquí —habló alguien nerviosamente, intentando sostenerme con suavidad del brazo. Yo permanecía en shock mientras, sin evitarlo, mis ojos fotografiaban aquel cuadro sin poder asimilarlo del todo. —¡Demonios! —murmuró otro, al lado del que hacía que el cegador flash del objeto en su mano parpadeara mientras captaba evidencias. —¿Quién diablos hizo esto? —se preguntó uno de los policías llevando automáticamente uno de los brazos a su rostro, tapando su nariz con la cara interna de su codo.      Toda aquella sociedad de reacciones fueron capturadas con mi vista periférica, algunas más distorsionadas que otras por el hecho de que algo distinto era lo que invadía el 98% de mi atención, el aspecto del cadáver era peor de lo que había esperado. 
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