Cada vez se acercaba hacia mí y ya me esperaba aquello, así que volví a gritar. —¡Auxilio! —sentía que mi voz estaba atorada en alguna parte de mi garganta. —No te haré daño —volvió a decirme la voz en un susurro muy cerca de mi cara, por un instante imaginé un fantasma llagado y expulsando por su boca baba verdosa. Una mano me toco el brazo y grité. Pero esa cosa decidió hablarme. —Tengo miedo. Así que el fantasmita tenía sentido del humor, pero no reparé en ello ese momento, sólo quería salir de allí a como diera lugar. Mis dientes castañeaban y ya estaba empezando a sudar frío. —Sólo quiero un abrazo, sólo uno. Entonces sentí un rostro húmedo apoyarse en el espacio que queda entre el hombro y mi cuello antes que un par de brazos igu