Aquella mañana (de un año atrás) abrí los ojos lentamente aún acostada sobre la cama de Tommy, como era nuestra costumbre nos dormíamos tarde después de ver películas y comer como locos. Pero esa vez sentí una tonelada de años de trabajo forzoso cayendo sobre mí como la más grande de las rocas, los párpados me pesaban por el trasnocho.
—Vas a necesitar cambiar de colchón pronto —dije con voz arrastrada por el sopor—. Me duelen las costillas, la cabeza y todo el cuerpo en general.
No recibí respuesta, entonces levanté la mitad de mi cuerpo, quejándome por el malestar general que me embargaba. Volteé hacia él y estaba envuelto con su sábana aún en el quinto sueño. Bufé, blanqueando los ojos y disponiéndome levantarme para hacer el desayuno.
Dejé atrás
