26Al verse en el carruaje con la señora Jennings, e iniciando un viaje a Londres bajo su protección y como su huésped, Elinor no pudo dejar de cavilar sobre su propia situación: ¡tan breve era el tiempo que la conocían, tan poco compatibles en edad y temperamento, y tantas objeciones había levantado ella contra este viaje tan sólo unos días antes! Pero todas estas objeciones habían sucumbido, avasalladas ante ese feliz entusiasmo juvenil que tanto Marianne como su madre compartían; y Elinor, a pesar de sus ocasionales dudas sobre la constancia de Willoughby, no podía contemplar el arrobamiento de la maravillosa espera a que estaba entregada Marianne, desbordándole en el alma e iluminándole los ojos, sin sentir cuán vacías eran sus propias perspectivas, cuán falto de alegría su propio estad