Capitulo 3

4136 Words
Daniel. Una vez que logra ponerme de pie aplaude feliz y la verdad que muy feliz porque cargó con todo mi peso y si que le costó, sonrío aunque el dolor es desgarrador pero me hago el valiente frente a ella, limpia mi frente de la transpiración con sus manos. —¿Esperemos un momento así si?. —asiento porque mis manos están en su cuerpo, precisamente en sus caderas, mierda que necesito una buena cogida. —Estoy bien. —miro hacia abajo tragando duro donde estamos pegados, siento sus pechos en mi pecho, así de pegados estamos. —¿Bajamos?. —Me gustaría darme un baño. —asiente mirando todo—. No hace falta que lo hagas... Solo necesito que llenes la bañera. —Si me permites te puedo ayudar. —eso me sorprende mucho la verdad—. Hice un curso de enfermería, solo aprendí lo básico por ende te puedo ayudar a bañar. —Preferiría que no me veas las pelotas, gracias. —da un paso hacia atrás incómoda mientras aleja mis manos, pero no me suelta. —Perdón, no lo vi de ese lado. —¿Acaso no sabes que soy hombre? Porque te muestro si quieres. —No hace falta que seas un desubicado. —le aprieto las manos cuando se quiere alejar—. Solo te veo como mi paciente, jamás miraría tus partes privadas. —Ssssss... Eso hasta a mi me dolió. —nos giramos a la puerta viendo a Guille riendo—. ¿Llegué tarde no?. —¿A qué viniste?. —ella lo mira y no me gusta nada eso. —Lautaro fue con papá. —entra a la habitación sin dejar de sonreír—. ¿Quién es esta bella señorita?. —Melissa... La quinesiologa. —me salen con furia las palabras. —Hola Melissa. —le estira la mano y ella se la da asintiendo—. Soy Guillermo, hermano de Dani. —Hola. —me vuelve a mirar y se me escapa una sonrisa—. ¿Te ayudo o no?. —No. —Esta bien. —se gira enojada y agarra sus cosas—. Entonces me voy. —Te acompaño hermosa. —lo mira de arriba abajo—. ¿Te gusta lo que ves?. —Para nada... No me gustan los banana. —suelto la risa y él levanta las cejas divertido. —No soy una banana... Tengo una para ser especifico, ¿La quieres probar?. —Mmmm. —hace cara de asco y yo mas me rio—. Me voy. —pasa por mi lado y la agarro del brazo. —Esta bien... Puedes ayudarme. —No soy un bay ven... Decidete. —Si, puedes ayudarme. —sonríe asintiendo. —Voy a preparar el agua. —cuando Guille quiere ir detrás de ella lo paro. —Manten tus manos donde las vea. —levanta las cejas sorprendido—. ¿Entendido?. —Ya... La viste primero, no me voy a meter. —No vi nada, esta acá para hacer su trabajo... Mantén tu polla dentro de tus pantalones, no lo voy a volver a repetir. —Ey, entendí tranquilo. —levanta las manos riendo—. Quieres la tuya fuera de tus pantalones... Mas bien dentro de ella. —Ya esta... Vamos. Al final decido entrar al agua en bóxer porque lo que menos quiero es que se sienta incómoda, yo estaría incómodo también, y no quiero que después me llegue una denuncia de acoso laboral, no voy a negar que si estuviera bien le saco esa ropa horrenda que usa, la tiraría en mi cama y le haria el amor toda la noche sin parar, cosa que me recuerde bien en lo que resta de su vida, me divierto al ver su sonrojo cuando me saco la ropa delante de ella, pero me divierto mas cuando desvía la mirada. Con mucha paciencia me ayuda a bañar, no hablamos de nada, pero tampoco es incómoda la situación como creí en un principio que iba a ser. —Ya estas. —me quiere parar pero no puede—. Perdón... No te puedo. —Es obvio Melissa... Soy un hombre muy grande, debo pesar unos cuarenta kilos mas que tú. —Creo que peso eso o mas. —agarro su mano cuando se quiere ir. —Yo no le veo problema a eso. —sonrie torciendo la mano para que la suelte, pero no lo hago. —Mejor le digo a tu hermano que nos ayude. —Tienes problemas con tu cuerpo. —se pone seria de inmediato—. ¿Por qué?. —No es nada de eso. —Si lo es... Si vieras en tus ojos lo que yo veo te das cuenta de inmediato. —¿Y qué ves?. —la miro fijo a los ojos, tiene unos ojazos celestes incleibles. —Veo que te avergüenza tu cuerpo. —abre grande los ojos—. Que piensas todo el tiempo en la comida. —Como todo gordo. —dice enojada. —No... Piensas en si te va a seguir engordando o no. —tiro de su mano acercándola mas, hasta casi rozarnos la cara y yo susurro—. Hay mas cosas que el cuerpo Melissa... Aunque no veo mucho del tuyo por tu ropa horrible puedo decir que eres muy linda. —sentir su perfume me esta matando la cordura—. Eres inteligente y simpática. —Pues a los hombres no les gustan las inteligentes y simpáticas. —me habla igual que lo hago con ella—. Solo que sean tan huecas como para poder acostarse con ellas en dos segundos. —sus ojos cambian a un azul intenso, se acerca aun mas que si estiro los labios la beso—. A muy pocos hombres les gustan las mujeres como yo... Y estoy segura que no eres uno de ellos. —¿Qué te lo dice?. —La mujer que vi en la mañana. —aprieto los dientes medio enojado. —Perdón por interrumpir. —se va hacia atrás con todo resbalandose—. Pero creo que es hora de que salgas del agua. —Si... Justo te iba a ir a pedir ayuda. —Ooohhhh... Con gusto te la doy señorita. —se soba las manos—. La ayuda le doy no pienses mal... Te daría otra cosa, pero ya me dejaste claro que no. —Bueno. —se para derecha y más que feliz—. Es muy agradable saber que en esta casa estoy a salvo... Voy a buscar la toalla. —¿Qué le pasó?. —apunta la puerta con el pulgar. —Cree que no me gustan las mujeres como ella. —Puffff... Si supiera. —Vio a Miriam hoy en la mañana y pensó eso. —¿Qué hacia esa loca acá?. —se ríe a penas termina—. ¿Me refiero a que porque no se fue enseguida?. —Me dormí y lo aprovechó. —Son unas locas de primera. —me para como si nada y entra Melissa—. Bien hermano... Te dejo porque tengo que ir a buscar a Aukan o me la cortan. —¿Cuándo los vas a traer?. —Tal vez mañana. —Voy a estar esperando. —asiente mirándola de arriba abajo asintiendo. —Chao súper hermosa. —ella revolea los ojos. —Bueno. —cuando Guille se va se acerca secándome—. Ahora a ponerte ropa seca. —Te voy a pedir algo y espero que no pienses que soy un degenerado. —¿Qué cosa?. —¿Me ayudas a cambiarme el bóxer?. Me quedo parado en el baño mientras ella busca uno limpio, parada frente a mi nos miramos a la cara, trago duro y cierro los ojos cuando se arrodilla delante mío, pero los abro gigante cuando toca mi cadera, lo baja muy rápido y no mira nada, cuando me pone el limpio lo sube con fuerza y no puedo ni sonreír de lo caliente que estoy, una vez terminado el asunto me mira roja de vergüenza. ................................ Ya pasó un mes y medio desde que esta acá, sus masajes me han ayudado notablemente, pero aún así le pido todos los días que me ayude a bañar, hasta ya parece un ritual, porque a penas termina los masajes va al baño a preparar todo. Desde la cama la veo que se hata el pelo mientras va a buscar ropa, después del primer día en que me ayudó a bañar se empezó a vestir diferente, sigue siendo horrenda la ropa pero al menos un poco ajustada y puedo ver las semejantes curvas que carga, ¡mamita! ¿Por qué tapaba todo eso? Tiene unas caderas que ooojj... Y una cintura súper pequeña con unos pechos bien proporcionados, ni grandes ni pequeños, pero de esos que te llaman a probarlos como el culaso que tiene. Se gira y mueve la mano riendo porque no puedo dejar de mirarla y hacerme la pelicula con ella. —¿Qué pasa?. —¿Qué te quieres poner?. —Ropa. —rueda los ojos y saca una remera y un pantalón de deporte. —Esto va andar bien. —me siento un nene que le eligen la ropa—. Se pone muy frío acá. —Estamos en las montañas. —Si no me decías no me daba cuenta. —me pone el pantalón primero, cada vez que se agacha así siento mis pelotas en la garganta—. Vamos a ir a caminar. —¿De verdad?. —Solo vamos a dar una vuelta por la casa y el granero, no te emociones, es para ver como esta reaccionando el músculo de la pierna, por eso no quiero que te hagas el fuerte y aguantes el dolor. —No lo voy a hacer. —pasa las manos por mi cintura y yo la envuelvo bien mientras me para—. ¿Siempre me tienes que retar?. —Eres peor que un nene Daniel. —vamos a las escaleras y con mi brazo bueno me cargo en ella. —Ahora me regañas... Vamos bien he... En esta relación vas a ser la que mandas, ¿acaso con tus ex novios eras así?. —No. —mierda como me muero por comerle la boca cuando me mira—. ¿Y en las tuyas tu mandabas?. —Nunca tuve novia. —lo digo como si nada porque no me avergüenza—. Pero he visto a mis hermanos. Hace mucho que no camino, siempre me cargan o me cargo en alguien y hago tramos cortos, vamos hacia el granero que queda a unos cincuenta metros de distancia pero aun así la envuelvo por los hombros aunque no me cargo. Nunca creí gozar tanto una simple brisa de otoño, cuando te pasa algo feo es como que empiezas a valorar las cosas. —¿Cómo fue el accidente?. —No recuerdo mucho... De golpe los mandos nos funcionaban, por radio me decían que descienda y mi mente estaba en blanco pensando en llegar al suelo sin ser un puto puré. —¿Estabas muy alto?. —Si... Era una prueba para ver cuanto soportaba el avión. —abre gigante los ojos—. Empecé a descender y cuando abrí el paracaídas también estaba fallado. —¡Y sobreviviste! Dios estuvo ahí Dani. —Juro que si o no estaríamos acá. —Daniel... Trajimos el ganado. —de golpe comienza a gritar. —AAAAAA... NOOOOOOOO. —¿Melí?. —se pone detrás mío y sigue gritando como loca— ¿Qué pasa?. —El... El... Caballo. —Mario se ríe y gira las rienda. —Tiene miedo... Mejor me voy. ***** Melissa. Estoy atrás de él mas que aterrada, le tengo terror a los caballos, no puedo siquiera mirarlos, cierro los ojos y escondo la cara en su espalda a punto de llorar. —¿Melissa?. —escucho de lejos mi nombre—. Melissa nena ¿Estás bien?. —levanto la cabeza y lo veo que me mira serio—. Ya, tranquila... No llores mas por favor. —¿Eh?. —sus manos limpian mis mejillas—. No me di cuenta. —¿Tanto miedo le tienes?. —asiento y él sonriendo me abraza, cierro los ojos al sentir su calor que me calma— No tienes que tener miedo Meli. —No lo puedo controlar. —mi cuerpo tiembla sin parar—. Me aterran mucho. —Esta bien. —no me suelta si no que me aprieta mas. —¿Te duele?. —¿El brazo? No... Al menos no mucho. —Perdón. —me alejo un poco y toco su brazo—. Te voy a masajear para que no te quede dolor. —Ey. —me corre la cara hasta mirarnos—. Tranquila nena... No te preocupes, no hace falta, esta bien. —Pero te hice doler. —sonríe con mucha diversión. —¿Terminamos la caminata?. —miro para todos lados sin ver a nadie—. No hay ningún caballo... Mario ordenó que se los lleven todos. —¡Que vergüenza!. —se ríe a carcajada y me lo contagia—. No te rías malo. —Eres mas linda así. —acaricia mis labios y me hace estremecer—. Tus ojos brillan y tus labios están hinchados. —cierro los ojos cuando se acerca y siento que floto con las espera. —Disculpen. —y ahí se fue la oportunidad de mi primer beso, mierda—. Perdón Daniel. —¿Qué pasa?. —dice sin dejar de mirarme y enojado. —Solo le venia a informar que sus papás están esperándolo. —por detrás de él veo a una pareja ir hacia la casa, trágame tierra por favor. —Bien... Ahí vamos. —el hombre se va y él no me suelta—. Te voy a presentar a mis papás. —Esta bien. —pasa su brazo bueno por mis hombros y nos acercamos al matrimonio que nos esperan. —Hola... Ya veo que estas mejor hijo. —el hombre se rie. —Mucho mejor por lo que veo. —la mujer me mira sonriendo pero en su mirada hay algo mas, sus ojos me hipnotizan, son casi del mismo color que los de Daniel, pero tienen alegría—. Soy Blanca. —Melissa... Mucho gusto señora. —Nada de señora querida... Solo Blanca. —Esta bien... Disculpe. —Él es mi papá Auca. —le doy la mano que queda pequeña entre la de él. —Mucho gusto señorita... Es un placer poder conocerla. —Para mi también es un placer Auca. —Si están ocupados venimos en otro momento, como siempre a esta hora ya terminan las sesiones pensamos que ya habían terminado. —Ya me iba... Solo salimos a caminar un poco para empezar con los ejercicios. —lo miro sonriendo—. Mañana a la misma hora. —Bien... Te espero. —me da un beso muy cerca de los labios y eso me incómoda. —Chao... Un gusto de verdad. Gracias a Dios Martín me prestó plata para poder comprarme este autito y para alquilar una casita que es bastante vieja, tengo que tener en cada rincón aromatizadores para que huela rico cada vez que entro; cada vez que me voy de la granja de Daniel no sé que hacer, leo un poco, salgo hacer las compras o limpio pero de ahí nada mas, deseo que llegue el día siguiente para poder hacer algo productivo. Voy al almacén que en este pueblo lo tienen como súper mercado, agarro un canasto y empiezo a recorrer los tres pasillos que hay y bien surtidos. —Señorita. —me giro viendo a un muchacho bastante lindo. —¿Si?. —Quería pedirle disculpas por lo de hoy en la mañana... No fue mi intención asustarla. —lo miro bien hasta que lo recuerdo. —No me asustaste, tu caballo lo hizo. —Por eso mismo. —sonríe mostrando que tiene una boca de infarto—. Si lo hubiera sabido jamás me acercaría con un caballo. —Tranquilo no pasa nada... Es normal que lo encuentres divertido ya que no es muy conocido que se le tema a los caballos. —Por estos lugares no... Pero no me divierto con su miedo señorita. —Te disculpo... No te preocupes. —Señorita. —se saca el sombrero mirándome nervioso— Me gustaría invitarla al festival que se celebra el fin de semana que viene ¿Me permite llevarla?. —Si. —feliz de por fin hacer algo mas que estar en el sillón mirando tele acepto—. Me parece genial. —Bien... Juro que mis intenciones son respetables. —Bien... Ya te dije que tranquilo. —La paso a buscar... Tengo camioneta. —Esta bien ¿Sabes dónde vivo?. —Todo el mundo lo sabe. —frunzo las cejas por eso—. Es la nueva. —Wauuuu, que miedo que todos sepan donde vivo. —Va a ser por un tiempo. —mira hacia atrás cuando lo llaman. —Vamos Mario. —Si... Nos vemos Melissa. —Chao Mario. Honestamente supe el nombre cuando lo llaman por eso no le dije nada antes, feliz pienso que me voy a poner para ir al festival a despejarme un poco. ...................... Llega el dichoso día y no sé que hacer, nada de lo que tengo me gusta, todo es feo a mi parecer, decido hurgar en la ropa nueva hasta que encuentro algo indicado, me pongo un jean celeste bien ajustado y tiro alto, una remera simple pero corta que llega justo donde comienza el pantalón y como esta medio fresco una camperita de bengalina negra, me analizo frente al espejo y aunque no me gusta nada me lo dejo igual. —¿Hola?. —atiendo el teléfono mientras hago algo con mi pelo. —¿Cómo estas hija?. —¿Bien y ustedes?. —Bien. —miro por la ventana cuando tocan bocina. —Ma... Te tengo que dejar. —Pero Meli... —Me tengo que ir... Otro día te llamo. —agarro mi bolsito y salgo, viene justo hacia la puerta. —Hola. —se saca el sombrero sonriendo—. Estas hermosa. —Gracias... No sabia que ponerme. —Eso es lo de menos. —me da un beso en la mejilla sonriendo—. ¿Vamos?. —Vamos. —hasta me abre la puerta de la camioneta, pone música y de verdad que es incómodo—. ¿Qué se celebra en la fiesta?. —Es como una que se hace cada año por el ganado y eso. —¡Ah!. —no tengo idea de lo que habla. —También puestos de ventas... Muchas cosas hay para divertirse. —Eso espero porque estoy muy aburrida en la casa. —asiente sonriendo—. ¿Cuántos años tienes?. —¿Cuántos me das?. —¿20?. —22. —me habla medio indignado—. ¿Y tú?. —25. —silba dándome risa. —¿Tiene novio señorita?. —Nop ¿Y tú? ¿Alguna enamorada?. —Una. —se le iluminan los ojos al decirlo. —Ya... ¿Pretendes darle celos conmigo no?. —abre gigante los ojos—. Soy buena en esto. —me sueno los dedos y tuerzo el cuello—. Dos veces ayudé a unos amigos con estas técnicas... Sé cuando retirarme. —¿No estas enojada?. —Para nada... Me sacaste de mi casa que es lo principal... Cuando lleguemos quiero que me digas quien es. —Bien. Cuando llegamos al lugar es hermoso, hay toldos que forman unas calles en donde no sabes para donde mirar, muchísima gente caminando hacia todos lados, me sorprende eso, pero el me dice que en los campos viven muchas familias y que vienen de otros pueblos también. Compro unos dulces caseros que son lo mas, cuando veo a Daniel con sus hermanos, por lo menos a los que conozco, me giro y agarro a Mario de la mano llevándolo lejos. —Ahí esta. —Si ya sé. —Pero si no la conoces. —me rio por eso. —¿A dónde?. —me mira dudando—. Estaba pensando en otra cosa. —Ahí... La de vestido azul. —la miro y es una muñeca, ¡carajo! ¿Cómo voy hacer para que se le acerque?. —Es hermosa. —Lo sé, ¿y ahora?. —analizo la situación viendo todas las posibilidades. —¿Ya has hablado con ella?. —Muy pocas veces. —esto es peor de lo que pensé. —Hagamos esto... Vamos por un helado, y de golpe yo hago que la empujes. —No la voy a empujar. —Probemos. —lo llevo de la mano al lado de la chica—. Hola ¿Me daría un helado de coco por favor?. —Si... Un momento. —de reojo veo que la chica nos mira, disimulada lo empujo y él la agarra de la cintura. —Discúlpame, yo... —Esta bien. —¿Qué pasó Mario?. —la chica lo empuja medio incómoda. —Disculpe señorita... Su novio tropezó conmigo. —¿Mi qué?. —pongo con cara de asco—. No es mi novio, es mi primo. —¡Oh!. —quiere ocultar su sonrisa pero no puede—. Disculpe. —No pasa nada. —golpeo su espalda—. Mario... Cómprale unos chocolates a la chica para que te disculpes. —Si. —esta sonriendo de oreja a oreja—. ¿Te gustaría... —Si. —dice antes de que él termine. —Bien... Vamos al de allá... Es mas rico. —Bien... Vamos. —me quedo como una estúpida mirándolos con una sonrisa como se van hablando tímidamente. —¿Te plantaron?. —como mi helado muy descaradamente—. Lo peor es que en tu propia nariz se fue con otra y los miras. —Tal vez me gusta el masoquismo. —¿Yo te azoto con toda las ganas si quieres?. —niego y doy una paso para irme, pero me agarra—. ¿A dónde vas?. —A recorrer, ¿acaso quieres venir?. —¿Es una invitación?. —Tómalo como quieras... Yo voy a ir a recorrer. —Vamos. —cuando reacciono paro en seco y lo miro. —¿Me puedes decir que haces caminando sin ayuda?. —se rie con fuerza. —Estas loca... Sé que corriste cuando me viste en el puesto de dulces... No soy tonto. —Íbamos por la chica no corrí. —¿Íbamos?. —Lo estaba ayudando para que le hable. —levanta las cejas y asiente. —Bien... Vamos. —me agarra la mano caminando—. ¿Qué dulces te gustan?. —Los de fruta... Los de menta los odios y los de anís waaaaaa. —pongo mi dedo en la boca y él esta muy divertido. —Entendido jefa. —llegamos al lugar de golosinas y miro todo. —¿Me da chocolate en rama?. —apunto el que quiero—. Y esas también. —Wou wou wou, ¿qué tenemos acá?. —sigo mirando las delicias delante mío—. Tanto tiempo Daniel. —y ahí me giro, veo a la mujer esa que estaba con Daniel en su casa junto con otra y un bebé—. ¿Ya estas mejor?. —Si... ¿Hola hijo cómo estas?. —besa al bebé desde los brazos de la madre. —Se nota que estas mejor. —las dos me miran de arriba abajo—. ¿No vas a agarrar a tu sobrino?. —lo agarra con su brazo bueno y el nene apunta las golosinas. —¿Cuál quieres hijo?. —Ete. —Tu hermano no ha aparecido. —Mira Bárbara. —se gira mientras el vendedor prepara la bolsa para el bebé—. No es el momento ni el lugar, sabias con quién te estabas metiendo ahora no vengas a llorar. —No lloro nada. —él revolea los ojos y yo doy, con cada palabra un paso hacia atrás. —Hola mi amor. —aparecen sus papás con otro nene— Hola Bárbara. —Hola Blanca... Auca. —la chica se agacha y abraza al nene—. Hola Li ¿Cómo estas hermoso?. —Bien, ¿Mi hermanito?. —Ahí con tu tío Dani. —el nene va y lo besa al bebé que cuando lo ve grita feliz. —¿Lo podemos llevar?. —Por supuesto... Pasen después por la casa a buscar ropa. —Bien. —las dos se van y aprovecho eso para irme también. . .
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