Cian había estado en el hospital Santos antes, claro que las veces que lo estuvo, fue porque le hizo compañía a su hermano mayor, ya que su pareja, Archie, había resultado herido.
Y en esos momentos a pesar de que se preocupaba por el bienestar de Archie, solo era un acompañante, por lo que finalmente podría comprender la profundidad de la preocupación que había sentido su Cedric en ese instante.
Jesús, apenas conocía al chico, pero Cian estaba que escalaba las paredes mientras esperaba a que el doctor saliera de la estúpida habitación a la cual no le habían permitido entrar, y le diera algo de información del dulce joven lastimado.
Sí, era cierto que el humano era un completo extraño, por lo que tal vez era un poco tonto que estuviera actuando así, pero tan solo haber apreciado esos dulces ojos ámbar cuando le dejó en la camilla tras entrar en la sala de emergencia, había tirado de su corazón, pinchando en él lo suficiente como para quedarse y ansiar tener información sobre el.
Habían sido unos ojos tan dulces, llenos de miedo y dolor que no había simplemente podido ignorarlos, no cuando el chico le suplicaba silenciosamente que no le dejara solo.
O tal vez todo era parte de su imaginación y había leído de más en aquella simple mirada, pero, de todas formas, el instinto de Cian le advertía que no se alejara del chico, y eso era justamente lo que iba a hacer, permanecer a su lado hasta que este le dijera lo contrario, y aun así… Tal vez intentaría de convencerlo de lo contrario.
Con la puerta finalmente abriéndose, Cian se despegó de la pared en la cual había estado apoyado y dio un paso adelante, enfrentándose con el médico e interponiéndose en su camino para que no se fuera sin antes responde a sus preguntas.
—¿Cómo está? —preguntó, con su voz sonando lo suficientemente cerca a un gruñido.
—Bueno, el paciente se encuentra estable en este momento —anunció para el alivio de Cian—. Las heridas que tuvo… Me cuesta creer un poco que hubieran sido producto de un asalto —comentó.
—Lo rescaté cuando lo estaban golpeando en el callejón, cómo puede decir que duda de lo que le dije —exclamó frunciendo el ceño en irritación.
—No es que dude de su palabra, señor Bozeman —aclaró rápidamente—. El paciente recibió múltiples golpes en su abdomen y pecho, le hicimos radiografías para asegurarnos de que sus costillas no estuvieran rotas, lo cual creo que es un verdadero milagro que no lo estén, pero además de ello tiene dos golpes en su cabeza. Lo que parece extraño de todo esto, son los patrones —explicó.
—Los patrones —repitió confundido.
—Así es —asintió con seriedad—. El paciente tiene claros golpes hechos con la forma de un puño —alzó su mano—. Mientras que otros tienen tal vez la misma figura, pero la diferencia entre ambos es grande.
—Espera, ¿me estás diciendo que fue golpeado por dos personas? —cuestionó—. Pero si yo solo vi a un desgraciado —espetó furioso con la posibilidad de que el otro bastado pudiera haber escapado también.
—Pudo haber recibido los golpes antes, pudo haber sido atacado por dos personas distintas a la misma vez, no lo sé sinceramente —expresó, viéndose algo culpable por no poder entregarle más información—. Como sea, el paciente debe de quedarse esta noche en observación, esos dos golpes en su cabeza no me gustan para nada, a pesar de que la resonancia magnética que le hicimos no mostró nada particularmente grave o malo —explicó.
—¿Él está despierto? —preguntó, solo un poco más calmado con la explicación del médico, pero no más feliz.
A pesar de que estaba fuera de peligro, el chico seguía estando herido, y eso le irritaba.
—No, le dimos unos medicamentos para el dolor que lo dejaron noqueado hasta mañana —expresó—. Si gusta puede pasar a verlo de igual forma, y si gusta quedarse…
—Me quedaré —anunció inmediatamente.
—Por supuesto —asintió el contrario—. Las enfermeras de turnos le estarán dando una vuelta durante la noche, si necesita algo no dude en pedírselo —ofreció y se despidió alejándose por el pasillo.
Sin esperar un segundo, el vampiro abrió la puerta y entró en la habitación, su mirada inmediatamente recayó en el joven postrado en la camilla, admirando con un poco de molestia ese lindo rostro siendo empañado por los dolorosos golpes, como si no fuera suficiente los que se presentaban en el resto de su cuerpo, y, además, una venda cubría su cabeza, rodeándola para cubrir donde antes había estado un corte.
Cerrando la puerta detrás de él, Cian avanzó un paso y luego otro, antes de que se diera cuenta, ya estaba al lado del joven, tomando una de sus manos entre las suyas.
La preocupación que sentía por el joven humano junto a la rabia por lo que le había sucedido dejó sin aliento por un segundo a Cian, no era común que él se sintiera de esa forma por nadie más que por alguno de sus hermanos o Archie, ahora que era la pareja de su hermano mayor, por lo que no pudo evitar sorprenderse por sentirse así mismo por un extraño que apenas conocía.
Una pequeña esperanza surgió en su pecho al pensar que podría ser su pareja de sangre, ya que eso explicaría sus extraños sentimientos. Sin poder evitarlo, alzó su mano libre y tiró de la bata que el hospital le cedió y que había reemplazado la ropa del joven humano.
Revisando su cuello, una opresión surgió en su pecho cuando la decepción lo abordó tras no encontrar la marca de los tres puntos que formaban el triángulo en la piel, aquella que anunciaba que era su pareja.
Lo extraño fue, que a pesar de la decepción que sintió tras no encontrarla, ninguno de sus otros sentimientos cambiaron por ello, y eso tenía que significar algo, ¿no?
Volviendo a acomodar la bata en su lugar, se alejó un momento para correr la silla que se encontraba en el otro extremo de la sala, para ubicarla al lado de la camilla, y luego tomó asiento, retomando entre su mano la del joven humano.
Sacando su teléfono, le envió un mensaje a su jefe de seguridad para que cerrara por él, informándole que no volvería esa noche y luego se concentró en el humano, sus ojos bebiendo cada detalle a pesar de que no podía apreciarlos del todo bien por los hematomas y ligera hinchazón que cubría algunos lugares.
De todas formas, Cian bebió de la imagen, observando desde su cabello castaño con rayos dorados, sus cejas gruesas de un castaño oscuro. Ignoró la forma en que una venda cubría parte de su cabeza y la ligera hinchazón cerca de su pómulo izquierdo y admiró su nariz recta y sin curvas, sus labios delgados estaban un poco resecos y con un natural tono rosa pálido. La forma de su rostro era un poco alargada y delgado, sin rastro alguno de barba, solo suave piel de bebé.
Cuando el chico se quejó en sueño, Cian saltó acariciando su mano mientras prometía que todo estaba bien y que nadie más le haría daño.
Era una promesa dulce, que aun en la bruma de la inconsciencia, Dennis la escuchó y creyó en ella lo suficiente como para quedarse en aquella tranquilidad y paz que le rodeaba.
Cuando Dennis recuperó la consciencia, lo hizo de a poco, de forma gradual, y aún así, eso no le quitó el dolor de cabeza tras abrir sus ojos, ni el dolor esperado de su cuerpo.
Le sorprendió sí no observar el techo de su habitación tras abrir sus ojos, sino que se encontró con un blanco inmaculado y unos tubos de luces alargados y apagados. Confundido, bajó la vista y contempló una manta blanca cubriendo su cuerpo, luego observó a sus costados, encontrando una máquina que verificaba sus signos vitales apagada y en el otro lado, una gran ventana alargada cubiertas la mayoría con cortinas, excepto una.
Y esa una, mostraba un lento amanecer que lo aturdió unos buenos segundos antes de que finalmente reaccionara con un pequeño quejido angustiado.
Él no había llegado a su casa y definitivamente no estaba en el callejón en el cual había sido atrapado.
Alguien lo había llevado a un hospital.
Inmediatamente, Dennis intentó enderezarse en la camilla, mareándose ante el repentino movimiento y jadeando de puro dolor que dicho movimiento provocó en su abdomen.
Pero no importaba el dolor o que el piso no dejara de moverse bajo sus pies, tenía que salir y encontrar la forma de informarle a su hermano Adán que estaba bien. Le había prometido que no tardaría más que un par de horas y que volvería a casa, y ninguna de las dos promesas había cumplido.
Adán estaría muy molesto por haberse dejado convencer de no entrar al club con él por si sus padres podrían enterarse de ello después.
Cuando intentó bajar sus piernas, otro quejido de dolor escapó de sus labios y de pronto, una figura salió de una puerta y rápidamente voló para estar sobre él, asustándolo hasta la muerte.
—Tranquilo, cariño, no deberías de moverte así —indicó una voz baja y amable que le causó curiosidad, pero lo que en verdad le dio el valor para enfrentarle, fue cuando unas manos amables le ayudaron a volver a la camilla, recostándose en esta con delicadeza.
Eran manos grandes y firmes, con un agarre amable y casi delicado, como si temiera herirlo más con solo tocarlo. Y como si eso no fuera suficiente, también una pequeña corriente eléctrica había recorrido toda su espina dorsal ante el simple tacto dulce.
Pero… ¿Quién era el extraño?
—Eso es, buen chico —elogió volviendo a subir las mantas hasta su pecho—. Llamaré a la enfermera, el doctor debe de volver a revisarte y ya es momento de que te suministren los medicamentos —anunció.
Curioso, Dennis le observó y se encontró con unos bonitos ojos azules como el mar que le observaban con atención.
La boca de Dennis quería abrirse de par en par al contemplar al apuesto hombre. Con sedoso cabello castaño y corto por los lados, su mandíbula firme y marcada estaba siendo adornada con una incipiente barba que rodeaba aquellos gruesos labios besables. Más alto que él, también parecía ser el doble de grande con los músculos marcados que estaban ocultos tras una simple camiseta manga corta.
—¿Eres un enfermero? —se encontró preguntando, sonrojándose furiosamente al escuchar su pregunta.
—No, no lo soy —le sonrió mientras apretaba un botón que estaba conectado a la camilla—. Te encontré en el callejón —anunció—. No pude dejarte solo luego de encontrarte en tal estado —le observó preocupado.
—Oh —musitó Dennis simplemente, sintiendo como su sonrojo empeoraba ante la intensa mirada del hombre guapo.
—Soy Cian Bozeman, pero puedes llamarme Cian —anunció, sentándose a la orilla de la camilla de forma cómoda, como si tuviera el permiso y derecho para sentarse ahí.
Y Dennis no dijo nada al respecto tampoco.
—Ah… Eh… Yo soy Dennis, Dennis Campbell —pronunció finalmente, alternando su mirada entre sus manos y el apuesto hombre.
—Dennis —repitió el contrario—. Es un bonito nombre —le sonrió y sintió una extraña cosa en su abdomen tras apreciar aquella sonrisa de modelo.
—Si, eh… Yo… —balbuceó y observó a todos lados, volviendo la vista a Cian cuando este tocó su mano.
—Lamento lo que te sucedió fuera del club —comentó sincero.
—Oh, está bien —aseguró—. Estoy algo acostumbrados a los golpes, no te preocupes. Mi padre es algo severo y cree en la disciplina dura, por lo que el dolor no es tan indiferente para mí —expresó y juntó sus labios al percatarse de lo que había dicho—. Oh, dios… Por favor, ignora lo que dije —susurró sin atreverse a mirarlo, completamente avergonzado.
Alzando su brazo, Cian sostuvo delicadamente con su mano libre el mentón del dulce chico y alzó su cabeza para obligarle a observarle.
—El médico sugirió que bien podrías haber sido golpeado por dos personas —anunció—. ¿Fue tu padre quien te lastimó primero? —cuestionó, apenas controlando la furia que surgía en él al pensar en ello.
—No. Sí. No… Bueno, es complicado… —balbuceó y torció sus labios—. Solo ignórame, debí de haberme confundido y solo estoy diciendo cosas tontas —mintió y ambos lo sabían.
—Claro —pronunció, soltando su mentón.
—¿Puedo irme ahora? Necesito llegar a mi casa para avisarle a mi hermano que estoy bien, debe de estarse muriendo de la preocupación —explicó observando sus manos.
—Si el médico da su visto bueno, no veo porque no —respondió sin gusto Cian.
—No, yo no me puedo quedar —negó agitando suavemente su cabeza—. Ni siquiera tengo dinero para pagar la cuenta —susurró avergonzado.
—Está bien, yo me ocuparé de ello, no tienes nada de qué preocuparte —tranquilizó.
Cualquier cosa que Dennis hubiera querido decir, murió en el mismo instante en que una enfermera entró en la habitación.
—Señor Campbell, es bueno verle despierto —sonrió dulcemente mientras se acercaba y comenzaba a revisarlo.
Para la molestia de Dennis, no le pasó desapercibido la forma en que la joven mujer le daba miraditas cortas a Cian mientras hacía su trabajo, cosa que le irritó y confundió.
—¿Y el médico? —preguntó el apuesto hombre, sin verse afectado o interesado en la enfermera.
—Oh, él está en su ronda ahora mismo, en cualquier momento aparecerá por aquí —prometió sonriéndole—. Debes de estar sintiendo algo de dolor ya, ¿no? —preguntó volviendo su atención a Dennis—. Te traeré ahora mismo tus medicamentos —anunció y le lanzó una última mirada a Cian antes de desaparecer tras la puerta.
—Creo que el cambio de turnos de las enfermeras se acerca, así que ya no tendré su mirada constante cada vez que venga a revisarte —comentó rodando sus ojos de forma dramática, lo que le sacó una pequeña sonrisita de labios de Dennis.
—Y si el médico me permite irme, ya no estaremos aquí tampoco —pronunció intentando sentarse.
—Quédate quieto —ordenó Cian mientras se acercaba rápidamente.
Tomando un pequeño control, apretó uno de los botones y la camilla comenzó a moverse hasta que quedó en una posición semi sentada.
—¿Mejor? —preguntó.
—Sip, gracias —le sonrió y observó la puerta esperando que el doctor entrara, pero sola la enfermera volvió a entrar con un frasquito en una mano y una botella sellada en la otra.
—Listo, tomando esto se te debería de calmar cualquier dolor —anunció entregándole dichos objetos.
Observando con una mueca los medicamentos, Dennis soltó un suspiro resignado antes de intentar abrir la botella.
—Deja, yo lo hago —anunció Cian y le quitó la botella para abrirla y volver a entregársela.
—Gracias —musitó con su tono suave y bajo antes de tomar el medicamento.
—¿Necesitas algo más? —preguntó Cian hacia la enfermera cuando esta simplemente se quedó en la habitación.
—Oh, no, no es nada —exclamó avergonzada, escapando rápidamente de la habitación.
—Espero que con esto ya no vuelva —murmuró Cian y luego le observó—. ¿Te duele algo? —preguntó preocupado.
—Está bien, solo mi abdomen y mi cabeza me molesta un poco, pero nada realmente malo —prometió—. ¿Crees que al menos pueda llamar a mi hermano para decirle que estoy bien? —pidió mordisqueando su labio inferior.
—Claro —asintió el extraño apuesto.
Alejándose, cruzó la habitación y tomó una bolsa antes de volver con él.
—Aquí están tus pertenencias, me imagino que tu celular debe de estar ahí también —explicó.
—Oh, gracias —pronunció olvidando la botella en la pequeña mesa al lado de la camilla para recibir la bolsa.
Dennis se sobresaltó un poco cuando Cian tomó sorpresivamente su mano y tiró suavemente de ella dándole vuelta, su pulgar acariciando la extraña marca que tenía en el interior de su muñeca.
—Es extraña, ¿no? —comentó—. Hasta el momento no he conocido a otra persona que tenga la misma marca. Bueno, en realidad creo que conocí a alguien cuando era pequeño, pero no me acuerdo muy bien de él o si en verdad sucedió o solo lo inventé —se encogió suavemente de hombros y torció sus labios por cómo se quejó su cuerpo solo dicho movimiento.
—No es extraña, creo que es especial —anunció finalmente Cian, dejando con cuidado su mano sobre la camilla.
Dennis solamente le observó, inclinando ligeramente su cabeza cuando contempló una sonrisa llena de felicidad cruzando el rostro de su salvador.
¿A caso se estaba perdiendo de algo?