Sonrió muy sensual, le hizo seña al mesero, le pidió la cuenta, retiraron los platos, el magnate pagó y seguido se puso de pie. —Vamos a caminar un poco por las orillas del mar— tomó mis tacones en sus manos para que no se hundieran en la arena y con su brazo libre me rodeó calentándome de repente. —Gracias — le agradecí por el gesto, necesitaba un poco de calor. La brisa es tan fresca aquí que te causa frio. —No, discúlpame tu a mí por traerte a un lugar como este sin decirte que trajeras con qué abrigarte. En realidad, no tenía planeado traerte aquí, fue que en pleno camino me recordé de este lugar y me dije a mi mismo que como no sabría por cuanto tiempo te tendría conmigo, quería mostrártelo cuanto antes y compartirlo contigo — lo escuché decirme aclarando su garganta. Dejé de