ALIANNA
Los días que viví con Andre fueron sorprendentemente bien, aunque principalmente porque nuestros horarios eran absolutamente opuestos.
Mi día empezaba a las 5 de la mañana para poder llegar a trabajar a las seis, ya que el restaurante abría sus puertas a las siete en punto. Cuando llegaba a casa del trabajo, Andre normalmente estaba fuera o preparándose para irse. Por lo que tenía entendido, el verano en los Hamptons significaba recaudar fondos sin parar para gente elegante como él.
—Estas son todas las personas que escriben los cheques más grandes para mi fundación, así que no puedo faltar a sus fiestas sin parecer un imbécil—, explicó la noche que llegué a casa y lo encontré llegando tarde y luciendo pecaminosamente bien. Llevaba una impecable camisa blanca mientras se anudaba
