Conor
Hunter sostiene un vaso de chupito en la barra, guiándonos en lo que estoy seguro es un discurso conmovedor sobre la dura derrota en las semifinales de anoche y deseando lo mejor a los mayores mientras el resto de nosotros esperamos mejores días el próximo año. Desafortunadamente, no puedo escuchar nada de la música en este club. El bajo hace sonar el hielo en el vaso desechado a mi lado. El suelo que vibra bajo mis pies envía un cosquilleo hasta mis pelotas.
Cuando Hunter deja de hablar, todos tomamos nuestros tragos y perseguimos el dolor con una cerveza. Hombre, voy a extrañar a estos imbéciles.
Foster me golpea el brazo y me dice algo, pero todavía no puedo oír una palabra, así que hago un gesto hacia mi oreja y sacudo la cabeza. Se inclina para gritar: —¿Dónde está tu mujer?—
