Maurem Conor y yo nos retiramos a su habitación entre silbidos y gruñidos sugerentes de los chicos. Están sólo a uno o dos pasos en la escala evolutiva de los pollos salvajes, pero ciertamente no son aburridos. Sé que piensan que vamos a subir a tener sexo, pero yo tengo un objetivo diferente en mente. —Ahora que te tengo a solas...— digo después de que Conor cierra la puerta detrás de nosotros. Tiene el dormitorio principal, que es lo suficientemente grande como para albergar una cama tamaño king con estructura de madera oscura, un sofá de dos plazas al otro lado de la habitación y un centro de entretenimiento con otro televisor enorme. También tiene un baño privado y una gran ventana que ocupa la mitad de la pared y da a un pequeño patio trasero donde finalmente se ha derretido la may