—Entonces, ¿cuál es tu especialidad?— Pregunto, sintiéndome como un cliché.
Su cabeza cae hacia atrás y deja escapar un suspiro. —Finanzas, supongo—.
Vale, no es lo que esperaba. —¿Adivina?—
—Quiero decir, realmente no lo siento. No fue idea mía—.
—¿De quién fue la idea?—
—Mi padrastro. Se le metió en la cabeza que trabajaré para él después de graduarme. Aprenda a administrar su empresa—.
—No pareces entusiasmado con eso—, le digo, lanzando alguna jerga de la costa oeste solo para él. Me hace reír.
—No, no estoy entusiasmado—, coincide. —Prefiero que me cuelguen las pelotas que ponerme un traje y mirar hojas de cálculo todo el día—.
—¿En qué preferirías especializarte?—
—Esa es la cosa. No tengo ni idea. Supongo que al final cedí en materia de finanzas porque no se me ocurrió una
