Maurem
El domingo por la mañana, mientras Conor sale con los muchachos ayudando al entrenador Jensen a poner en orden su cocina, yo lavo la ropa y limpio mi propio desastre de apartamento. Suele ser que cuanto más avanza el semestre, más mi hábitat comienza a parecerse al caos acosado que se arrastra en mi cabeza.
Cuando suena mi teléfono, dejo caer la sábana ajustable que estoy luchando por doblar, sonriendo para mis adentros. Ni siquiera tengo que mirar la pantalla para saber quién es. Sabía que esta llamada vendría y sabía que sucedería esta mañana. Porque mi madre es la persona más predecible del planeta y básicamente todo fue así: después de conducir de regreso a Cambridge el sábado por la tarde, se habría quedado despierta leyendo y corrigiendo trabajos con una copa de vino, y lueg
