Benjamin Resultó un cambio agradable estar con Aysel en mi apartamento la semana siguiente. Siempre nos quedábamos en el suyo, porque estaba a pasos del gym y era más cómodo y grande que el mío. Sin embargo, ese sábado yo tenía ganas de estar en mi espacio, así que nos fuimos para allá. Después de almorzar y hacer el amor, nos pusimos de cabeza a revisar la presentación que debíamos entregar dentro de dos días, comprobando una y otra vez que cada detalle estuviera correcto. Al anochecer estábamos exhaustos. Aysel no paraba de bostezar sentada a mi lado en el sofá con su notebook en los muslos. —Aysel, ¿por qué no te vas a dormir? Los ojos se te cierran solos. —Estoy bien —Bostezó—. Además “dormir es para los débiles”. Aysel solía decir esa frase que había tomado de su primer jefe. Aunq
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