Mentón alzado, mirada fija en el ascensor, un leve saludo de buenos días a la recepcionista y sigo mi camino. No miro a los lados, ignoro las miradas curiosas de las mujeres que ingresan conmigo dentro del ascensor y las miradas de interés de los hombres que dejé detrás. Marco el piso de presidencia, siendo consciente del leve murmullo detrás de mí, pero no me volteo. Justo cuando las puertas están por cerrarse, una mano se atraviesa impidiendo que eso suceda. Un hombre alto, de traje y sonriente, ingresa dando los buenos días. —Buenos días —respondo dándole una mirada rápida haciéndome a un lado. Siento su mirada sobre mí, pero no giro mi cabeza para verlo. —¿Eres nueva? —pregunta, pero yo sigo con mis ojos fijos en los números que cambian a medida que el ascensor avanza—. Y al parec