El resto del viaje a la empresa ha sido extraño. Desde que Cedric me preguntó por el glaseado y me dejó en claro que la voy a saborear en mi boca, así me niegue –cosa que no haré-, ando nerviosa y con mi mente volando bastante lejos tratando de comprender qué hará él con la bendita dona. Me dejó taciturna, no lo negaré. Además de excitada también causando que solo me tomara el capuchino dejando para después los croissants. Casi quince minutos en carretera y aún no sé por qué me ha preguntado por el color del glaseado. «No quiero pensar mal, pero Cedric tampoco ayuda. Al contrario, el señor sigue alimentando mi imaginación» Miro el imponente Edificio desapareciendo este frente a mis ojos al ingresar al estacionamiento. No puedo controlar los latidos de mi corazón al estar a solas con él