Abro la puerta de mi departamento con sumo cuidado para no llamar la atención. Sé que es imposible que no note mi presencia, pero albergo la esperanza de que no esté en la sala, sino dentro de su habitación jugando para yo correr a la mía y cambiarme de ropa. Cierro la puerta con prudencia y cuando me giro para caminar hacia la sala, lo veo venir corriendo hacia mí. —¡Mamiiii! —grita, abriendo sus brazos para mí. No me queda de otra que sonreírle, que emocionarme como él lo está al verme y agachándome un poco, lo recibo en mis brazos llenándolo de muchos besos—. ¿A dónde te fuiste al despertar? —se apresura a preguntar, dándome a entender que su hada madrina le habrá dicho que salí muy temprano—. ¿Y por qué estás vestida así? Sus preguntas expuestas con recelo, me sacan una nerviosa son