El sol estaba en su punto más alto, eran los días más calurosos del verano, era seguro que toda alma en la ciudad buscaba con desesperación una buena bebida o un complaciente baño para lograr refrescarse, el sudor recorría su cuerpo de tal manera que lograba hacerla sentir incomoda, se sentía como un cerdo, rogaba a dios si es que realmente existía, que por el día su “maestro” le permitiera terminar el entrenamiento para inmediatamente correr a darse una ducha y eliminar todo rastro de sudor que hubiese en su piel, habían transcurrido solo un par de semanas desde aquel incidente desafortunado donde se había visto obligada a unirse a aquella “familia” que aun no le decía exactamente cuál sería su trabajo, un millón de escenarios ya se habían dibujado en sus pensamientos, seria droga? Tráfico de órganos? Fuera lo que fuese no podía ser bueno y lo detestaba, pero no había tenido más opción que aceptar el “amable” ofrecimiento que el llamado Brasileño le había ofrecido, la vida de Mason peligraba si se rehusaba a colaborar con lo que sea que se trajeran entre manos esos villanos.
– Hey pequeña rata, terminas por hoy aquí, mañana deberás presentarte temprano en la carnicería, el jefe quiere hablar contigo – decía un hombre de complexión gruesa y voz serena, sus ojos grises eran cálidos y amables, el viejo Tom después de todo, siempre había sido gentil con ella, aunque ahora sabía que era un villano al igual que aquellas personas extrañas que había visto en la secreta reunión en la que se infiltro sin querer.
Helena lo miro con desdén, no le agradaba nada estar envuelta en contra de su voluntad en aquel lio, pero así eran las cosas ahora, no podía hacer nada más que aceptarlo.
– Oye viejo, que es todo esto? Solo me haces trabajar en los congeladores y luego me obligas a entrenar hasta desfallecer, no entiendo nada de esto de todos modos – dijo Helena sintiéndose nuevamente frustrada.
– No me corresponde a mi decírtelo, el señor Da Silva será quien te lo explique, ahora sígueme, tengo instrucciones que darte – dijo el viejo Tom tocándose su cana cabellera.
Aquel cuarto aun le causaba escalofríos, en ese lugar se había marcado su destino, aun podía sentir el frio metal de aquella arma que deliberadamente apunto sobre su garganta, había estado dispuesta a terminar su vida allí mismo temiendo enfrentar un destino peor que la muerte, lo había visto pasar tantas veces, personas enfrentando destinos terribles en manos de aquellos que se sentían con el poder de tomar las vidas de inocentes para volverlas un infierno, todo aquello no era más que el reflejo de la indiferencia de todos, llevaba años observando en cada calle, en cada esquina, un sinfín de vidas desperdiciadas o forzadas a hacer actos viles contra sí mismos, había visto a niños pequeños que al igual que ella, enfrentaban el día a día con el estómago vacío, soportando calor, soportando frio, escapando de la violencia rogando a dios por la oportunidad de vivir un día más para seguir luchando…o rogando porque aquel fuese el ultimo que tuviesen que pelear con la indiferencia y el hambre…sin embargo ahora se encontraba en esa posición que aún no sabía juzgar como afortunada o desafortunada, todo aparentaba ir mejor ahora, su hermano y ella misma vivían en un lugar cómodo ahora, no había más ráfagas de frio viento que se colaran por ventanales rotos, no había tampoco un calor tan sofocante que los asfixiara al punto de querer arrancar su piel, su nevera no estaba vacía, había de todo aquello que llevaban años sin poder comer, carnes, verduras, incluso galletas y dulces, Mason había recibido también una silla de ruedas para no permanecer eternamente confinado en aquel viejo colchón sobre el piso que solían compartir, su “amable benefactor” no era otro que Manoel Da Silva, el llamado Brasileño, hombre temido y peligroso, respetado por quienes estaban a su servicio y de quien no sabía más que su rango y nombre, aquel era el líder…de qué? No lo sabía aun, pero el viejo Tom lo respetaba y llamaba el líder de su zona…no podía evitarlo, tener miedo, dudas, cuanto tiempo duraría aquel espejismo de falso bienestar que le proporcionaban y cuál sería el precio a pagar? La bella pelirroja no era ninguna estúpida, sabía que todo aquello ofrecido a sus pies no era más que el p**o recibido por adelantado de un trabajo desagradable que estaría obligada a hacer, algo que amenazaba con romper aquellos principios en los que a pesar de todo, siempre había creído.
– Oye, te estoy llamando pequeña rata, en que tanto estás pensando? – la voz de Tom arrebataba a la distraída Helena de sus muchos pensamientos para luego extender lo que parecía ser un uniforme escolar hacia ella.
Helena miro al viejo carnicero sumamente confundida y tomo el uniforme escolar mirándolo extrañada.
– Que se supone que hare con esta mierda? – cuestiono la pelirroja.
Tom soltó una sonora carcajada burlándose del confundido rostro de la joven.
– Modales pequeña rata, a partir de esta noche serás una estudiante en Le Rosey, una institución privada y nocturna, estoy seguro de que conocerás personas interesantes allí, así que te recomiendo expresarte con propiedad, esa “mierda” en tus manos es tu nuevo uniforme, será mejor que no decepciones a tu líder, espera mucho de ti – dijo el viejo Tom entre risas burlonas.
La pelirroja se había quedado en blanco, que en los nueve infiernos estaba ocurriendo? No la estaban entrenando acaso para ser alguna especie de asesino ninja? Para qué demonios tenía que estudiar si se dedicaría a realizar ilícitos?.
– No lo entiendo…que es todo esto? Si voy a ser una maldita criminal para qué demonios necesito ir a la escuela? – cuestionaba la hermosa joven sin entender nada de lo que seguía ocurriendo con su vida.
– Realmente no es algo complicado de entender pequeña, para ser parte de algo grande no solo es necesaria la fuerza o la agilidad física, necesitas cerebro, pensamiento lógico, y en Le Rosey aprenderás lo que te será necesario saber, no existe nada más poderoso en este mundo que el conocimiento y no me estoy refiriendo a las materias que te impartirán allí, descubrías personas que te serán de utilidad, conoce bien lo que te rodea para que puedas defenderte y defender a la familia a la que perteneces ahora, además, esto será tu fachada, eres el m*****o más nuevo y también el más útil, nadie sospechara de una dulce adolescente que pasa sus noches estudiando, eres inteligente, yo lo sé, así que piénsalo solo un momento – respondió con seriedad el viejo Tom.
Helena analizo cada palabra dicha por el viejo carnicero, era muy obvio en realidad deducir aquello, sería una criminal al servicio de un poderoso líder, necesitaría una fachada, aunque también le resultaba obvio que había algo oculto en las palabras de su mentor.
– Ya veo, ese colegio…hay personas que sirven a otros líderes allí? Fungiré como una especie de espía? Sé que te refieres a algo por el estilo con esto que me estás diciendo – dijo la chica segura de su deducción.
Tom sonrió complacido.
– Bien hecho pequeña rata pelirroja, has deducido en parte tu primera misión, pero el resto tendrás que descubrirlo por ti misma – dijo el viejo carnicero.
El trayecto de regreso hacia su nuevo hogar iba plagado de mil dudas y pensamientos, mirando el flamante uniforme que yacía recargado sobre sus piernas pensaba en que era de un bonito color menta, la tela se sentía fina, suave, los pliegues de la falda estaban perfectamente plisados y la hacían recordar viejos tiempos, tiempos de hacia demasiados años atrás cuando su madre solía planchar perfectamente los tablones de su pequeña faldita escolar en su temprana infancia…luego, se había ido y nunca pudo dejar su falda en secundaria tan perfecta como lo hacia ella…un nuevo colegio, una primera misión desconocida…no había tenido oportunidad de volver a pensar en seguir estudiando, todo el tiempo era solo sobrevivir y hacer que Mason sobreviviera, no existía nada más, aunque sí que habría deseado estudiar y con ello tener mejores oportunidades en la vida…era todo una amarga ironía.
– He regresado! – anunciaba Helena a su pequeño hermano.
– Demoraste de nuevo, no me agrada esa mujer a la que le has pedido cuidar de mi – respondió con evidente molestia el jovencito de cabellos rubios.
Helena se acercó hasta el para revisarlo con cuidado.
– Te ha dicho algo malo? Te ha insultado o lastimado? – preguntaba la pelirroja con preocupación.
Mason empujo lejos de si a su hermana, aquellos tratos se volvía cada vez más comunes y lastimaban enormemente a la pelirroja.
– No me ha dicho nada ni tampoco me ha lastimado, pero odio la mirada de lástima que arroja sobre mi seguramente pensando “pobre niño invalido que no puede ni ir al baño sin ayuda”, detesto que me miren con pena, como si fuera un maldito bulto, tú también lo crees o no? Que solo soy una maldita carga – reprochaba Mason lastimando con sus palabras a Helena.
La hermosa pelirroja lo abrazo de nuevo, su amado hermano era todo cuanto tenía en el mundo y le dolía escuchar el desprecio con el que se trataba a si mismo…Mason era un hermoso jovencito de 13 años, aunque aparentaba ser más joven, una fatídica noche, un accidente, habían dejado como resultado la pérdida de su madre y junto a ella se fue también la salud del niño de cabellos dorados y ojos verdes, su piel blanca lucia siempre mortalmente pálida y desde entonces su carácter solo empeoraba cada vez más, a ratos era el niño dulce que recordaba de memorias felices, pero después se volvía huraño y pesimista, luchaba enormemente por regresarle la dicha que les fue robada esa noche, pero nada parecía funcionar.
– Yo, lo lamento, no debí decir eso…- se disculpó el jovencito al saber el daño que hacían sus palabras a su hermana.
– No te preocupes, prepare algo realmente delicioso para comer – dijo la pelirroja depositando un tierno beso en la mejilla de su hermano.
Helena reflexionaba las palabras de su hermano menor, meditaba también lo dicho por la doctora que su líder dejo a cargo del pequeño, su condición no era la mejor, era lógico que aun cuando se esforzaba demasiado robando alimentos para él estos no habían sido suficientes, estaba débil, enfermizo, requería demasiadas cosas para mejorar su salud, incluso se había sugerido un tratamiento psicológico para tratar la evidente depresión que atravesaba, pensaba de nuevo en su maldito y afortunado encuentro con ese mundo que aborrecía…si trabajaba para el Brasileño tendría suficientes recursos para costear los diferentes tratamientos que su amado hermano necesitaba.
El olor a comida comenzó a inundar el bonito departamento donde tenían a su hermano “secuestrado” el espacio era más que suficiente para ambos, tenía una vista privilegiada en la mejor parte de la ciudad, podían apreciar las vistas de los muchos edificios que ofrecía la selva de concreto además de la belleza natural que se gozaba en central park, Manhattan era muy diferente al Bronx, no se respiraba el mismo ambiente turbio, violento, no se escuchaban disparos cada noche, la gente salía a pasear a sus perros tomando las manos de sus pequeños hijos, por las mañanas se dibujaban una y cien siluetas de personas corriendo para mantenerse en forma, los rascacielos eran majestuosos, les fascinaba el poder verlos desde la comodidad de los ventanales, era como estar en un sueño, sin embargo, todo aquel esplendor poco a poco se deformaba con forme el auto avanzaba hacia aquella vieja carnicería, las calles se veían más y más desoladas, las personas de rostros felices y amables se desvanecían para dar paso a los rostros tristes que carecían de alegría a los que ya se había acostumbrado, maleantes aquí y allá, pasos apresurados queriendo evitarlos, dolor, indiferencia, cada mañana Helena veía aquello…y se convencía mas a si misma de no tener más opciones para su pequeño hermano, intentaba tomar lo bueno de su nueva situación…aunque no era como si pudiese elegir otra cosa, no por ahora, su hermano estaba bien atendido y protegido en aquella jaula de oro, y sus vidas dependerían de hacer bien su trabajo…de nuevo se sentía sin salida.
Mason observaba a su hermana de nuevo perdida en sus pensamientos, se sentía cansado, tanto que sentía que le pesaba el alma.
La noche había caído, en unos momentos más llegarían por ella para llevarla a ese colegio llamado Le Rosey, se había puesto su uniforme, era bonito, esa era la primera vez que se sentía hermosa, el color hacia resaltar su rojiza cabellera de fuego que llevaba en una media coleta, la blusa no era nada del otro mundo, blanca y sin ninguna gracia, la corbata negra hacia juego con las medias del mismo color, la falda plisada y el precioso saco eran de un color menta limpio, el escudo del colegio que resaltaba en la parte superior sobre su pecho eran un par de rosas negras con el nombre de la institución finamente bordadas, no se parecía a ella, en el espejo se reflejaba una joven que cualquiera imaginaria a primera vista llevaba una vida común soñando con el chico más apuesto o el cantante de moda, bajo el ligero maquillaje no quedaba mucha evidencia de las ojeras y la palidez que una mala alimentación y constantes desvelos dejaban tras de sí, se veía ten hermosa, tan falsa…no había rastro de la pequeña rata pelirroja que con la agilidad de una liebre se colaba en una vieja carnicería a robar alimentos, una sola lagrima se derramo sobre su pecosa mejilla, sus ojos verdes brillaron con la determinación que rezaba su valentía, no hacia esto por ella, lo hacía por él, Mason valía todo sacrificio, aun cuando sabía que quizás algún día no volvería, sería la emisaria del demonio si este mantenía a su hermano a salvo y en tratamiento en medio de su “secuestro”.
Camino hasta la habitación de su hermano, la enfermera del turno nocturno había llegado, Mason estaba durmiendo, depositando un beso sobre la frente del rubio se despidió por esa noche preguntándose de nuevo las razones de todo lo que acontecía en sus vidas, su inteligencia le hacía ver que no era normal que un posible delincuente se apiadara tanto de ellos, quizás luego lo descubriría, ya la estaban esperando, era el momento de ir a Le Rosey, con pasos firmes entro en el vehículo, sea cual fuese su primera misión no podía fallarla, su amado hermano dependía de ello y ella aceptaba el desafío.
Un desafío, el primero que debía enfrentar, los jardines de rosas la recibían en aquel majestuoso recinto, Helena caminaba con porte y seguridad sin notar que unos curiosos ojos color miel la miraban con curiosidad, el camino comenzaba a dibujarse, un sendero difícil y cruel aguardaba a la hermosa rata pelirroja.