Me desperté por la madrugada, mi dulce hija necesitaba de mi atención, la tomé entre mis brazos y le ofrecí su biberón caliente, ya había pasado un mes desde que Míriam murió, pero aún la extrañaba tanto, tenía que salir adelante por nuestra hija, ella me necesitaba, en ocasiones me sorprendía recordando todos los momentos que pasé a su lado y sin querer las lágrimas corrían por mis mejillas, jamás olvidaría a la mujer que tanto ame y que aún sigo amando. Coloque a Grace en su cuna y baje hasta el sótano de la casa, abrí la gran puerta, y me encontré frente a un hombre que aún seguí con vida. -Hola Massimo, ¿me extrañaste?. - le dije mientras buscaba unas pinzas. -Por favor Jace, ya no más. - me suplico mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. -Últimamente no escucho bien,¿que dijiste