¡Incomoda!
Azucena no sabía que otra palabra usar, por lo general disfrutaba quedarse despierta hasta tarde, jugar, leer o hablar con los peluches de su habitación, para ella, dormir cada noche a las ocho era una maldición, el día era tan hermoso y tenía tantas horas, pero su hermana solo podía vivir doce de ellas cada día.
Era una gran tragedia.
– ¿Tienes sed? – le preguntó a su hermana que dormía profundamente – yo tengo mucha sed, iré por agua – sonrió y se levantó de la cama, sus pasos debían ser lentos para no despertar a los sirvientes, de esa forma podía llegar a la cocina y destapar todas las canastas o llenarse los dedos de azúcar antes de volver a su habitación – ¡Sasha! – la encontró despierta y sentada sobre la cama.
Su hermana, Sasha Alina Leonidova quien siempre dormía do
