No tengo justificación, Sasha, tienes mi permiso para disculparte en nombre de los dos. “¿Por qué yo?” Porque es tu culpa, fuiste tú quien insistió en verlo y porque sí yo lo hago, le diré que tiene un buen trasero y que quiero darle una nalgada. – “Lo siento mucho, excelencia” Su mirada no es agresiva, está sentado con las piernas cruzadas, el codo recargado sobre la mesa y mantiene esa brújula a la vista, ni siquiera nos está prestando atención, dile que nos vamos. – “Gracias por su consideración, excelencia…” – ¿Qué fue lo que hiciste? – no me esperaba esa pregunta – aparte de dormir en mi cama, ¿qué hiciste? A veces, las mentiras son necesarias – quería calentar la habitación para que no pasara frío, usé demasiado mi poder porque aún no estoy acostumbrado y me desmayé encima de