Capítulo 3

3089 Words
Kol. Toma de todo mi autocontrol no seguir mis instintos, no responder al llamado dentro de mi cabeza que grita, me ruge furioso para que lo golpee, y es que, ¿qué demonios hace él aquí? — ¿Qué haces aquí? — Ambos gruñimos al mismo tiempo, deteniéndonos uno frente al otro. Ninguno da su brazo a torcer, Mason me mira con soberbia, una soberbia que estoy seguro yo también le devuelvo. — Márchate — es todo lo que digo antes de pasar por su lado y dirigirme hacia la habitación de Abbi. — Tú no me das órdenes. Pero lo ignoro, continúo mi camino, sin detenerme por alguien tan insignificante como él. Su frustrante culo es la última de mis preocupaciones. Por muy molesto que Mason sea, no obtendrá mi atención en estos momentos. Sin embargo, cuando lo siento viniendo detrás de mí, decido que él quiere morir. — Márchate, te he dicho. — Vete a la mierda. Me río, pero no es una risa agradable. Tengo suficientes problemas con Abbi, él metido en el medio no es algo que estoy dispuesto a soportar. Detengo mis pasos y me giro, obstruyendo su propio paso cuando intenta pasarme por alto. — Abbigail no te quiere cerca, Mason. — Es hipócrita de tu parte que lo digas, ¿no? — Tú no sabes nada sobre nosotros, así que no trates de hacerme entender los deseos de Abbigail. Yo la conozco más que tú, niño — mascullo, dejándoselo claro. Es esa última palabra lo que consigue llegar a él. Cuando estoy seguro de que su puño está buscando mi rostro, Fancy aparece, deteniéndolo con sólo una penetrante mirada. Es una lástima, pues esperaba ese golpe. Si él me golpea primero, tengo una excusa para yo también golpearlo sin verme el malo ante los ojos de Abbi. — ¿Qué creen que hacen? — Fancy se mete entre nosotros —. Ambos, detengan esto ya. Mi hermana lo último que necesita es una pelea entre ustedes — nos mira de una forma que trata de ser amenazante, pero que no consigue serlo —. ¿A dónde creen que iban? Aparto la mirada de ella, pensando qué tan grosero sería dejarla con la palabra en la boca y caminar directo a donde quiero llegar. — Quiero ver a Abbi — por supuesto, Mason sí responde. — Ella no quiere verte, Mase — cuando estoy a punto de regodearme por esas palabras, ella agrega —: Y a ti tampoco, Kol. — Por favor, Fancy, necesito verla — Mason empieza a rogar —. Lleva dos semanas despierta y estoy enloqueciendo aquí. Por favor, dile que estoy aquí. Dile que quiero verla, que necesito verla. Resoplo por la urgencia en sus palabras y me pregunto si Lena sabe que él está aquí. He conocido idiotas, pero no uno del tamaño de él. Cuando el nombre de su novia urge por salir de mi boca, Fancy dice —: Le diré a mi hermana que ambos están aquí, pero eso es todo, no la obligaré a que los vea. La observo mientras desaparece hacia el pasillo en donde está la habitación de Abbi. La sigo, sin embargo, no me atrevo a entrar. No quiero alterarla, a pesar de todo, verla aún en esa cama de hospital y angustiada por mi presencia, no es algo de lo que me sienta desesperado por ver. He esperado tres años, puedo esperar unos días más. Me apoyo en la pared frente a su habitación y cierro los ojos, ignorando la fastidiosa presencia de Mason y esperando que Fancy salga para que me diga Abbi cómo se encuentra. Sé que no va a querer verme y estoy bien con eso, siempre y cuando Mason tampoco entre. — Puedes entrar — la voz de Fancy me trae de vuelta a la realidad y casi creo que esas palabras son para mí, pero cuando veo que mira al niño, furia líquida corre por mis venas. Me adelanto un paso, mi mano lo detiene del hombro, impidiéndole moverse más. — Kol... — Fancy me advierte. La miro con la mandíbula apretada, queriendo mandar su advertencia a la mierda. — Sólo acepta que perdiste — y son esas palabras de Mason lo que me empuja al borde. Lo estampo contra la pared y sonrío cuando escucho el golpe de su cabeza contra el concreto. — ¡Detente! — Pero ignoro el grito de Fancy. — ¿Qué perdí? — Murmuro con asco cerca de él —. ¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo? — Suéltame. — Para mí esto no es un juego ni una lucha de poder. Tú no significas nada, Mason. Conozco a Abbi, sé qué siente, sé sus sentimientos. Así que, si quieres seguir en este plan en donde eres parte de un juego, hazlo, estarás jugando solo — lo suelto bruscamente —. Para ti esto es un juego, para mí esto es mi vida. No eres un obstáculo para mí, nunca lo has sido. Puede que hayas sido el primer chico que a ella le gustó, pero yo siempre seré el primer hombre al que ella amó. Su rostro se retuerce con una rabia oscura. Él sabe que mis palabras son ciertas y le enfurece no poder negarlo. — Pero no serás el último al que ella amará. De alguna forma, sus palabras tocan una fibra sensible, pero no permito que él lo sepa. Sí, sé que Mason no significa nada a mi lado, sé que Abbi nunca sentirá por él lo que siente por mí. ¿Pero por alguien más? De eso no estoy tan seguro. Y sólo por joderlo, le digo —: Mándale mis saludos a Lena. Su rostro se desfigura y casi creo ver dolor en su expresión, pero no me quedo a confirmarlo. Doy media vuelta y me marcho porque he conseguido saber lo que quería; Abbi está bien. |...| Casi un mes después de que Abbigail despierta, dan el permiso para llevarla a casa. Si hay un momento en mi vida en donde he agradecido la confianza que Marcus ahora me tiene, es éste. — Abbigail aún no puede caminar bien y yo no tengo la fuerza para cargarla y movilizarla, Kol sí — él se justifica cuando ambos sabemos que esas no son sus verdaderas razones. — Podemos contratar un enfermero — dice Fancy, mirándome con burla. Le ruedo los ojos y susurro —: Cállate. — ¿Y gastar innecesariamente dinero cuando Kol puede encargarse, hija? — No sabía que el dinero te preocupaba tanto, papá. Ella seriamente necesita cerrar su boca. La miro fijamente para que sepa cuánto me está fastidiando, pero al igual que Bárbara, parezco no tener efecto sobre ella. — Él dinero no es eterno, Fancy, siempre tenemos que velar por conservarlo — Marcus continúa —: Vamos, llévame a firmar el papeleo mientras Kol la prepara para ir a casa. Le sonrío a Fancy con burla, mostrándole quién ganó aquí. La satisfacción por haber fastidiado a quien pronto espero llamar cuñada dura poco, pues al llegar a la puerta de Abbi, me vuelvo muy consciente que verme no será fácil para ella. Tomo un profundo respiro antes de entrar y mi corazón se hunde un poco cuando la encuentro dormida. Miedo se instala bajo mi piel, acelerando los latidos de mi corazón a un ritmo enloquecedor. No me gusta verla así, la vi dormida demasiado tiempo, me asusta que no vuelva a despertar. Probablemente, es un miedo del que me costará tiempo deshacerme. Con sumo cuidado, llevo mi pulgar a la comisura de su labio y le acaricio, consiguiendo que ella se remueva y murmure algo inentendible entre sueños. Y mis latidos se normalizan. Ella está bien. Tomo el enorme bolso rosa y empiezo a guardar su ropa y útiles de aseo. Es cuando estoy guardando unas pequeñas bragas azules de algodón que ella despierta. — ¿Qué haces aquí? — Su voz suena con cierta ronquera y su rostro adormilado es una señal de que todavía no está totalmente despierta. — Te dieron de alta — continúo guardando sus cosas —. Ya nos podemos ir. Y es ese podemos lo que la despierta completamente. — ¿Cómo que podemos? — Su voz suena en alerta. — Tu padre y Fancy están firmando algún papeleo, ya vienen — la miro fijamente y, a pesar de que es difícil cuando la tengo tan cerca, no me acerco como quiero hacerlo. — ¿Quieres cambiarte para salir o prefieres ir en pijama? Ella luce completamente aturdida, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Abbi debe acostumbrarse, debe saber que yo estoy en su vida, que soy parte de su vida, y no iré a ninguna parte. — ¿Qué importa cómo me voy a ir, Ethan? Aquí la pregunta es, ¿qué demonios haces aquí? — Kol — la corrijo, porque debe saber que ya no soy Ethan, ya no soy él. He intentado deshacerme de él por años. En mi mente, Ethan está relacionado con dolor. Kol no, Kol es nuestro nuevo comienzo. Kol es el hombre que estoy moldeando para ella. Y sí, es difícil cambiar quién eres, estoy seguro de que me falta aún más por recorrer para limpiar completamente lo malo que hay en mí, pero lo estoy intentando, y teniéndola a ella llamándome Ethan, realmente no me ayuda. — ¿Qué haces aquí? — Ella repite. — Ya te lo dije, te dieron de alta, nos vamos de aquí. ¿Es que acaso no quieres? — Me quiero ir, pero no contigo. — Pues no tienes otra opción, Abbi, porque yo soy quien te va a llevar. E ignorando sus protestas, continúo guardando sus cosas. Cuando me acerco a tomar la ropa sucia que descansa al lado de su camilla, su mano en mi brazo me detiene. — Pensé que había sido clara cuando te dije que no te quiero cerca. — Fuiste clara — tomo su quijada con mis dedos —, pero creo que ya es común entre nosotros que yo no escuche tus palabras, muñeca. — ¡Gilipollas! Presiono su labio inferior con mi pulgar, mirando fijamente su boca. — Te amo — presiono un muy corto beso en sus labios y me giro para terminar de guardar sus cosas. Sonrío cuando la veo limpiar su boca con una mueca de asco. Mi pequeña idiota, de verdad admiro su esfuerzo en esto... pero no es creíble. Fancy y Marcus llegan cuando yo cuelgo el enorme bolso rosa en mi hombro, Abbigail se tensiona más ante la presencia de ellos. La observo detenidamente cuando ella gira su rostro, mirando hacia la ventana, evidentemente no nos quiere a ninguno cerca de ella. — Abbi, ya nos podemos ir — Marcus avisa, viéndose impotente ante el rechazo de su hija. Ella sólo asiente, sin apartar la mirada de la ventana. Tomo la silla de ruedas que una enfermera trae y me acerco a Abbi, consiguiendo una mirada de horror cuando ve el objeto en mis manos. — ¿No pensarás que salga en esa silla de ruedas como si fuese una invalida, cierto? — Tus piernas aún no funcionan bien — Marcus explica. — No me iré en una silla de ruedas, papá. — Tus músculos no están completamente despiertos, Abbi — esta vez es Fancy quien habla —. Aún no puedes caminar. — He dicho que no. Y porque es quien soy, pierdo la paciencia. Hay cosas que, aunque trato de cambiar, no puedo, y mi poca paciencia es una de ellas. Tomo a Abbi en un rápido y firme movimientos, y la dejo sobre la silla de ruedas. — ¡Imbécil! — Caprichosa — le gruño. Fancy y Marcus nos miran con ojos grandes, pero al diablo. Sí, todos nos comportamos mal con Abbi, lo reconozco. Sin embargo, eso no significa que la debemos tratar con pleitesía y hacer lo que quiera. Y en este momento ella está siendo completamente irracional. — No puedes caminar, Abbigail, ¿no lo entiendes? — ¿Y tú no entiendes que no te quiero cerca? — No, no lo entiendo. — Oh, no puede ser, ¿desarrollaste alguna clase de retraso mental mientras estuve en coma, Ethan? Se lo paso sólo porque extrañaba su boca inteligente, a pesar de lo mucho que a veces pueda fastidiarme. Empujo la silla de ruedas, intentando salir lo más rápido posible de allí cuando Abbigail empieza a hacer uso de todas las malas palabras en su cabeza, gritándolas sin importar el escándalo que está haciendo. Dejo atrás a Fancy y a Marcus, dirigiéndome rápido hacia mi coche. — ¡Quiero que me dejes en paz! — Abbi grita, empujándome del pecho cuando la levanto entre mis brazos. Antes de que pueda meterla en el coche, consigue zafarse de mi agarre. Tan pronto sus pies tocan el piso, sus rodillas fallan y cae contra mi pecho. — Eres terca — murmuro contra un costado de su cabeza. Cuando escucho su respiración temblorosa, es que comprendo cuán difícil está siendo esto para ella. Pero no puedo alejarme, nunca podré hacerlo. — Por favor, no te quiero cerca, Ethan. — Muñeca — afianzo más mi agarre en su espalda baja, más que para ayudarla a mantener su peso, lo hago como una necesidad, una necesidad por ella. — Escúchame... — No quiero. — Pequeña, por favor, mírame — tomo su nuca y llevo su cabeza hacia atrás, obligándola a mirarme. Y sus ojos, ver el inmenso dolor en ellos, son los que me convencen de no decir lo que realmente quiero decir, son los que me convencen de llevar esto con calma. — ¿Qué? — Déjame llevarte a casa. Fancy y tu padre irán detrás en el coche de él. Después de acomodarte en tu habitación, te dejaré sola. — ¿Lo prometes? — Lo prometo — y no me duele decir la mentira. Abbi me mira por varios segundos, tratando de descifrar si mis palabras son ciertas o no. Y sé que no confía en lo que he dicho, pero no tiene otra opción. Dentro del auto, dejo que un extraño sentimiento de felicidad me envuelva. Felicidad porque está a mi lado, felicidad porque mi auto se está llenando de su aroma, felicidad porque este momento es tan familiar que por un momento siento que no han pasado tres años desde la ultima vez que ambos estuvimos juntos en un coche. Me estiro y enciendo el estéreo, lo que consigue una mirada dolida de su parte. — No pienso tararear para ti. Esa Abbi se acabó, Ethan. — Bueno — la miro fijamente —, entonces yo tararearé para ti. Sus ojos se llenan de lágrimas cuando mi voz cantando la suave melodía del estéreo inunda el pequeño espacio. Esas mismas lágrimas se desbordan cuando se da cuenta de que la melodía es una de sus canciones favoritas. Abbi mira la memoria USB conectada al estéreo en donde grabé todas sus canciones favoritas, descubriendo lo que he hecho. Ella jadea con sorpresa, luce incrédula y conmocionada, pero antes de que pueda leer más, gira el rostro y mira por la ventanilla. Mi boca no detiene su tarareo, así como estoy seguro de que sus lágrimas no detienen su camino fuera de sus ojos. Y no la consuelo. Ella debe acostumbrarse a esto, debe hacerse a la idea de que me tiene, que no iré a ningún lado. En el momento en que estaciono el auto frente a su casa, ella limpia rápida y disimuladamente sus lágrimas. Y finjo que no la vi llorar, a pesar de que sí lo hice. — Abbi... — No. Cierro los ojos, sintiendo su rechazo a flor de piel. — Muñeca, sé que esto no es fácil... — No. — Déjame hab... — No quiero escucharte — gruñe, girando su torso para mirarme con furia —. Mi familia te ama, Ethan, ya puedo verlo, ¡pero no te equivoques conmigo! — ¿A qué te refieres? — Que mi familia te haya aceptado, no significa que yo también tenga que hacerlo. Aprieto mi mandíbula, furioso por sus palabras. — No vas a tener otra opción, porque yo viviré contigo — y ahí está, lo dije. Una tormenta parece pasar por su rostro. — ¡Vete a la mierda, Ethan! — Explota —. Si piensas que te aceptaré de esta forma, tú, obligándome a tenerte cerca, te equivocas. Sólo estás consiguiendo que te aborrezca más. — Tú nunca me aborrecerías. — ¿No? — Pregunta con ironía —, ¿por qué no me pones a prueba? — Abbi, no digas eso. — Yo que tú dejaría esa seguridad que pareces tener, no te llevará a ningún lado. ¿Seguridad? Quiero reírme por sus palabras. Mi seguridad no es más que una fachada, una fachada del desastre que soy por dentro, del poco control y lo desestabilizado que ella me deja con su rechazo. De mi desespero de no saber qué diablos hacer. — Sé que te lastimé con mi maldita venganza, pero fue esa maldita venganza lo que me trajo a ti, así que no puedo arrepentirme totalmente por todo, Abbi. — ¿Me lastimaste, dices? — Se ríe, pero es una risa carente de diversión —. Ethan, me habría dolido menos que tú te hubieras muerto. Ambos nos miramos cuando suelta esas palabras, ella parece asombrada de que eso saliera de sus labios, yo no puedo creer que lo haya dicho. Me río, pero es para ocultar otro sonido totalmente opuesto que quiero soltar. — ¿Así que habrías preferido que yo muriera? Su silencio es lo que obtengo y lo recibo como una aceptación. — Llévame a mi habitación y después vete — finalmente dice, pero no registro sus palabras, mi mente sigue repitiendo lo que dijo antes. Sorprendiéndola, me giro y tomo su rostro con mis manos, presionando sus mejillas para que no se me escape. — Me tienes vivo, Abbigail, no muerto, entiéndelo más temprano que tarde — susurro —. No importa qué salga de tu boca, sé que me amas. Y no te daré ni el tiempo ni el espacio para que ese sentimiento cambie, entiéndelo. Y no permito que algo más hiriente salga de su boca. Salgo del coche y la llevo en mis brazos a su habitación. Sé que tengo mucho por remediar, mucho sufrimiento por sanar, y supe que dolería... sólo no pensé que tanto.
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