Capítulo 2

2349 Words
Abbigail. Todo parece detenerse a mi alrededor por un momento. Es impactante tenerlo frente a mí. Los últimos recuerdos de él queman en mi pecho de una forma dolorosa. Ethan me hizo daño y enfrentarlo después de saber todas sus mentiras, de descubrir sus secretos y conocer sus demonios, es más doloroso de lo que pensé sería. Ninguna cantidad de tiempo pudo prepararme para esto. Sin importar si para él fueron tres años y para mí un día, sé que nunca estaría lo suficientemente preparada para verlo, para enfrentar el rostro de la persona que más me ha hecho daño... irónicamente, también la que más amo. Independientemente de lo guapo que sigue siendo, no estoy preparada para esto... aún no. Sin embargo, no puedo detenerme. Mis ojos divagan por las facciones oscuras de su rostro que parece haberse endurecido a lo largo de estos tres años. Ya no es el guardaespaldas de veintisiete, ahora es un empresario de casi treinta y uno. Trago saliva ante el pensamiento, pero entonces mis ojos negros conectan con los suyos y hasta ahí llega mi equilibrio emocional. Ethan Fuster ya no luce del tipo intimidante peligroso porque sea un delincuente. No, por supuesto que no. Él ahora luce del tipo intimidante atrayente que expulsa poder y dinero desde la posición en que se le mire... pero sus ojos grises son los mismos de siempre. Sus ojos, sin importar cuánto haya cambiado en este tiempo, para mí, siguen perteneciendo al mismo hombre. Sus ojos grises siguen transformándose en mi vida entera, pero también en mi mayor tormento. — Muñeca, no, por favor, no grites — se inclina y toma mi rostro con una delicadeza que me provoca llanto de lo dulce que es, de lo irreal que parece. — Lo prometiste — susurro, alejándome de su tacto —. Lo prometiste, prometiste que te mantendrías alejado de mí, Ethan. — Me llamo Kol Donovan. — Para mí sigues siendo Ethan Fuster, el hombre que entró a mi casa queriendo asesinarme. Cierra los ojos como si mis palabras fueran un golpe, pero ¿qué más se supone que haga? Para mí, hace tan sólo unas pocas horas él me estaba apuntando con un revolver. ¿Por qué no entiende que no estoy preparada para verlo? — No te me acerques — mi voz sale en un ruego lleno de miedo, provocando que él empalidezca —. No te me acerques, yo no quiero verte. Gira el rostro enseñándome su mandíbula apretada, la fuerza que está ejerciendo en este momento para no perder el control. Y entonces me pregunto si él sigue siendo el mismo hombre temperamental y grosero que tomaba de mí lo que quisiera, sin pedir permiso. — Eres la primera persona en quien pienso cuando me despierto cada mañana y la última que veo cada vez que cierro mis ojos cuando me voy a dormir, Abbi. Un jadeo escapa de mi boca, sin poder creer que él recuerde mis palabras, que me las esté dando. — No — niego suavemente con mi cabeza —. No, Ethan. Él no puede estar diciéndome esas cosas, no puede estar hablándome así, no puede debilitarme de esta forma cuando tengo claro en mi mente que lo necesito fuera de mi vida, que no lo quiero conmigo. Me asusta, él me asusta. He lidiado con un Ethan enojado, frío, divertido y hasta vulnerable, pero con este hombre que me mira como si yo fuese lo único que sus ojos quieren ver, con este hombre nunca he tratado. Y me asusta lo que puede traer de mí. — Vete. — No. — Vete, Ethan. — He dicho que no. — ¿Por qué haces esto? — Pido con un deje de desesperación mirándolo a los ojos. — Porque te amo, Abbigail Petterson. — ¡No! — Quito bruscamente el cabello de mi rostro —. No lo digas. — ¿Por qué carajos no? — Gruñe con rabia. — Porque no, Ethan. Porque no puedes amarme sólo porque estuve tres años en coma. Todos me tienen tan abrumada... — miro hacia el techo mientras limpio las lágrimas que empiezan a rodar por mis mejillas —. Sólo... yo... — ¿por qué me es tan difícil hablar de esto? —. Nadie, Ethan, nadie en mi familia se preocupaba por mí. El único amigo verdadero que tenía era Luke, la única persona que nunca me falló fue él, el único que siempre estuvo a mi lado fue él, sólo él. Pero un día, de repente me despierto y me dicen que llevo tres años en coma. Entonces, como por arte de magia, todos me quieren — mis labios tiemblan, así que trato de tomar un respiro para armarme de valor y poder terminar con mis palabras —: No les creo, no le creo a nadie. Si nada hubiera pasado, si no hubiera chocado el auto todo seguiría igual, seguiría siendo la Abbigail invisible para todos. ¿No lo entiendes? No quiero que me ames ahora, no quiero que nadie lo haga. Debieron amarme antes, no ahora... ya no. Sus ojos no se apartaron de mí en ningún momento mientras hablaba, y su mirada brilló con lo que me pareció fue entendimiento y comprensión. — No puedo hablar por los demás, pero sí puedo hablar por mí. — No me interesa, Ethan. — Y una mierda, Abbigail, escúchame — se adelanta y toma mi rostro entre sus manos, acelerando mi corazón —. No, escúchame — dice más firmemente cuando intento alejarme en un movimiento en vano —. Te perdí una vez por no decir lo que siento, no sucederá de nuevo. — Ni siquiera me tienes, no me puedes perder. — Te volví a tener cundo abriste los ojos y lo sabes muy bien, Abbigail. Jadeo con sorpresa. — Arrogante imbécil. Cierra los ojos, como si estuviera meditando sus palabras. — Lo siento — susurra, inmovilizándome por la facilidad con la que ahora suelta esas palabras —. No estoy tratando de enfadarte, sólo quiero que me escuches. — Es que no quiero escucharte. — Te amo, Abbigail — gruñe, abriendo los ojos y mirándome con intensidad —. Te amo y no lo hago porque hayas estado en coma. Sí, te voy a cuidar más por ese maldito coma, porque a la mierda si voy a dejar que algo se interponga entre nosotros una vez más. Ya te perdí y viví un infierno por ello, no pienso perderte de nuevo. — Nunca me tuviste, ni siquiera te conocí, Ethan o Kol, como diablos sea que te llames — limpio con brusquedad mis lágrimas, enojo llenándome por el hecho de que ni siquiera fue sincero con su nombre —. Eres... eres un desconocido al que no me interesa conocer. — No soy un desconocido, no puedes amar a un desconocido — dice con calma. — No te amo. — Lo haces. — ¡No! — Lo haces, muñeca. — ¡Amé una mentira! Amo una mentira, ambos sabemos que esas son mis verdaderas palabras. Atrapa su labio inferior con sus dientes por varios segundos, sus ojos mirándome fijamente, como si estuviera buscando en su interior la manera de hacerme entender. Me habría gustado ver esta faceta de él antes, cuando necesitaba con urgencia que me demostrara por muy mínimo que fuera, que me quería. No me lo demostró. Y ahora ya es demasiado tarde. — Nunca fingí contigo. — No, sólo mentiste sobre tu nombre y toda tu vida. — Nunca te hablé de mi vida, así que nunca te mentí sobre ella. Y tampoco mentí sobre mi nombre. Me llamé Ethan Fuster desde mucho antes de conocerte, incluso de saber de tu existencia. No te mentí, por todas las razones que importaban, era Ethan Fuster, Abbigail. — ¡Basta! — Me aparto de su agarre, empujándolo débilmente con mis manos y esta vez él sí se aleja —. ¿No te das cuenta de que me estás lastimando? — Pero no puedo alejarme, ¿no lo entiendes tú? — ¿Cómo quieres que lo entienda? ¿En base a qué hechos te creo que te importo? — Inquiero —. ¿Me baso en el hecho de que sabías exactamente qué palabras decir para destruirme? ¿Me baso en las veces que me hiciste pedazos con tus palabras hirientes? ¿Me baso en el hecho de que te pedía que confiaras en mí y nunca lo hiciste? ¿O me baso en el hecho de que cuando por fin me confesaste algo real e importante de tu vida, sólo lo hiciste porque era parte de tu plan para sacarme la clave de la caja fuerte? — Básate en el hecho de que, aun creyendo a tu padre culpable, dejé a un lado una venganza que se había convertido en mi vida entera, la dejé a un lado sólo por ti — dice con voz contenida —. Básate en el hecho de que te elegí a ti por encima de mi propio hermano, de mi propia familia. Básate en el hecho de que estoy cambiando toda mi vida, quién soy, sólo por ti, Abbigail. Lo haría, me basaría sólo en eso, pero ¿quién borra mis malos recuerdos? ¿Quién borra todo el dolor que él me causó? ¿Quién me devuelve la confianza que ya no le tengo? ¿Quién? — ¡No puedo lidiar contigo en estos momentos! — Pierdo el control, respirando agitadamente, ocasionando una mueca en su rostro —. ¡No quiero lidiar contigo ahora! Para ti han pasado tres años desde ese día en el que la venda se cayó de mis ojos y vi al Ethan real, ¡para mí pasó tan sólo ayer, entiéndelo! ¡Ayer tú me apuntaste con un arma y amenazaste con dispararla! ¡Ayer supe sobre tu venganza! ¡Para mí fue tan sólo ayer cuando descubrí que el hombre que amaba quiso asesinarme desde el comienzo! — El hombre que amas — corrige, mirándome con furia. Maldito cínico de mierda. — Pero no corriges el resto, ¿cierto? — Digo agriamente. Ethan me mira con enfado, sin embargo, a pesar de que estamos en una discusión en donde él me enoja y yo lo enojo, el amor en sus ojos nunca se ha ido... y me abruma. Se gira y apoya en un duro golpe su mano en la pared, su rostro inclinándose al piso mientras observo cómo lucha por controlar su respiración acelerada. Tras su enojo, logré ver su dolor, cuánto mis palabras le duelen. Y quiero quitarle ese dolor, pero no digo nada. Necesito que entienda que estoy tan abrumada y asustada de lo que se viene en mi vida después de tres años perdidos, que lo último que necesito es que él revuelva mi cabeza y corazón con sus palabras. Ya dejé que me hiciera daño. Dejé que me pisoteara todas las veces que quiso cuando se desquitaba conmigo en sus momentos de rabia. Dejé que me hiriera con sus palabras por culpa de su absurda venganza y alguna vez permití que me tratara como si yo fuese su enemiga, su saco de boxeo. Lo dejé hacerme pedazos... ya no lo permitiré más. La Abbigail que perdonaba a Ethan cuando la hería, que lo perdonaba aun cuando él ni siquiera era capaz de pedir una disculpa, esa Abbigail se acabó y no piensa volver. Ya no más. Necesito retomar las riendas de mi vida, pero sin Ethan. Aún sin girarse a mirarme, su voz sale ronca cuando dice —: Sí, entré a tu casa con un objetivo en mente, pero salí de ahí con otra perspectiva de la vida, ¡perspectiva de la vida que me ensañaste tú! — Niego porque sus palabras me saben a nada —. Entré a tu casa con el objetivo de matar a una chiquilla caprichosa y terminé enamorándome como un completo idiota de ella. Me enamoré de su forma de reír, de su forma de vivir, de su forma de amar y cuidar a los que ama. Me enamoré de la fuerza, bondad y ternura de su corazón. ¡Me enamoré, Abbigail, me enamoré! ¡¿Qué más quieres que te diga, carajo?! ¡¿No lo entiendes?! ¡Aún si lo intentara, no puedo dejarte en paz, no puedo! — ¡Al menos inténtalo! Se gira y continúa gritando —: ¡No puedo, no puedo! ¡Todo de mí llama por ti! ¡No puedo alejarme, maldición, no puedo! ¡Entiéndelo! Aparto la mirada cuando nuevas lágrimas empiezan a bajar por mi rostro. Y es que por más que intento encontrar alguna señal de que sus palabras no son ciertos, sólo veo sinceridad. Él me está enloqueciendo. — Por favor, vete — le ruego —. Por favor. Nos quedamos varios segundos en un silencio en donde sólo se escucha nuestra acelerada respiración. Aun así, puedo sentir cuánto ambos luchamos por no tocarnos, por no tenernos cerca. Yo, porque no confío en él. Y él, porque no quiere alterarme más. — Me voy a ir, por hoy, porque no quiero que te alteres más. Eso no significa que no vaya a volver, no significa que vaya a salir de tu vida. Resoplo con rabia. — Vete. — Sólo una última maldita cosa más — sorpresivamente, sus dedos toman mi quijada, obligándome a mirarlo —. Si piensas que el hecho de que para mí hayan pasado tres años es mejor que tu situación, te equivocas. Si me dieran a elegir estar en tu lugar o el mío, elegiría el tuyo sin pensarlo dos veces. Porque prefiero un día de profundo dolor, Abbigail, a estos malditos tres años de agonía en los que no te tuve conmigo. — Vete — repito. Sin darme tiempo a evitarlo, estrella fuertemente sus labios en los míos en un cortísimo beso que es casi brusco, pero lleno de intensidad. — Volveré — gruñe antes de soltarme y salir de la habitación. Y cuando escucho la puerta cerrarse, me permito desmoronarme por completo. 
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