—¿Tiene un cambio de ropa? —preguntó Rachell. Logan tenía una toalla gruesa alrededor de sus hombros. —Tengo ropa deportiva en el maletero del auto —dijo Logan. Rachell fue a la cocina a apagar el agua caliente para el té. —Ve por ella —ordenó como si fuese su madre—. No quiero que te enfermes. Prepararé el té, secaré tu ropa y podrás irte. Logan miró por el salón y la cocina. Katherine no estaba por ninguna parte, y Logan no lo pensó. —Sí, señora —dijo Logan con una sonrisa. Rachell le prestó su paraguas para que fuera al auto, y Logan la obedeció como no obedecía a muchas personas. Logan chapoteó el agua de la corriente que bajaba por la acera y hundió los pies en el pequeño río en la calle para buscar su bolso del gimnasio. Logan sostuvo el bolso y lo colgó de su hombro, justo