Un mes después — ¿Puedo irme ya? —pregunto al caer en el suelo de una manera poco delicada—. — Lo siento señorita Kim— responde el instructor—, pero todavía queda tiempo para que termine la clase y la verdad, aunque seas familiar de los dueños de esta academia, no podrás usar eso para no hacer los ejercicios que se imparten aquí. — No es que no quiera hacerlos —contesto— es que no se me da. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces me he caído. Y la verdad, no quiero incomodar a otro compañero de clase por culpa de mi nula coordinación. — No creo que lo incomodes —dice mirando a mi compañero de baile quien prefiere mirar a otro lado, mientras sonríe débilmente cuando a su vez se rasca su nuca—. — No le incomodaría si fuera solo hoy —contesto nuevamente— pero la verdad es que ya van ci