Me escondí tras la pared, no podía verlos sin arriesgarme a qué me descubrieran, así que me concentré en escuchar atentamente. — No, señor. Sé que era la última dosis de suero que nos quedaba y se nos ha complicado últimamente conseguir porque no podemos movernos mucho, pero en vista de que la mujer no quería hablar y usted me pidió específicamente que no la dejara tan maltratada por el chiquillo, no me quedó otra opción. — Hugo. — ¿Y qué? ¿Por lo menos si sacaste algo bueno?. — Roberto. — Sí, efectivamente la mujer fue enviada aquí, le pagaron una gran suma de dinero, de hecho, el pequeño, ni siquiera es hijo de ella, es de su hermana mayor. — Hugo. — Sí, me lo imaginé. ¿Y quién la envío?. — Roberto. — Ella no lo sabe, no le dieron sus nombres, pero obtuve una buena descripción de lo