CAPÍTULO TRECE Un zumbido extraño despertó a Avery. Aturdida y con resaca, abrió los ojos. La luz del sol entraba por la amplia ventana de su habitación. Estaba acostada boca abajo y solo tenía puesta una camiseta. El zumbido continuó. Ella miró su teléfono. Eran más de las nueve, y no había querido dormir hasta tan tarde. Llevaba mucho tiempo sin dormir hasta esa hora. Tenía cinco llamadas perdidas. También tenía un montón de mensajes de texto. Todos eran de su hija, Rose. ¿Lo de esta mañana todavía sigue en pie? Voy en camino. ¿Cuál es tu dirección? ¡Ya llegué! ¿Dónde estás? Tu auto está aquí, ¡así que sé que estás en casa! ¡Mamá! ¡Responde mis mensajes de texto! “Mierda”, pensó Avery. Era jueves por la mañana, el primer día de su fin de semana programado, y Rose y ella habían acor