Con lágrimas corriendo por sus mejillas Evangeline se disponía a guardar todas sus pertenencias en unas cajas; de rodillas en el suelo y con la espalda encorvada observaba con tristeza aquella fotografía dónde ella y su expareja sonreían en Disneyland posando con unas orejas negras de la famosa pareja de ratones.
Unas gotas caían desde sus ojos mojando el papel fotográfico, su corazón se había roto y pocos minutos después aquella fotografía también lo estaba, ella había destrozado aquel papel con la imagen de quién en algún momento pensó que era el hombre de sus sueños.
Evangeline limpió su rostro, se puso de pie y se dispuso a tirar todo lo que le recordase a aquel hombre con el que había compartido 3 años de su vida, tomó unas bolsas negras y sin dar un segundo vistazo desechó cualquier objeto que le recordara que alguna vez tuvo algo que ver con aquel hombre.
Habían pasado tres semanas desde que descubrió que Alan tenía una relación con una de sus colegas, recién habían cumplido un año viviendo juntos y un día, cuando Evangeline solicitó un permiso para retirarse temprano de su trabajo y así poder darle una sorpresa a su amado, la sorprendida fue ella, pues lo encontró en su propia cama con otra mujer, una que se suponía solo era una compañera de trabajo; en aquel bufete de abogados para el que su entonces pareja laboraba.
Se deshizo de cuanto pudo y una vez que todas sus pertenencias estaban empacadas, salió del departamento que esa misma semana pondría en venta, partió de ahí con la esperanza de que todos sus recuerdos se esfumaran o por lo menos, se quedarán en aquel lugar que ambos habían compartido.
Gracias a su puesto como asistente de presidencia en H & M había podido adquirir tiempo atrás esa propiedad, vivía en California y había planeado junto a su expareja comprar un nuevo departamento en una mejor zona, pero todo quedó en el olvido cuando esté decidió traicionar su confianza manteniendo una relación clandestina con otra mujer.
Evangeline tomó sus ahorros y pagó el enganche del que sería su nuevo hogar, gracias a Marisa, una conocida de su jefe que se dedicaba a los bienes raíces es que había conseguido una prórroga para pagar el resto, una vez que su antiguo inmueble se vendiera...
—Esta es la última caja— informó el hombre de complexión robusta que se había encargado de concretar la mudanza.
—Muchas gracias— expuso Evangeline entregando algunos billetes en agradecimiento a aquel sujeto.
Admiró los pasillos del edificio, estos no eran tan amplios, pero se encontraban limpios, eran grises como el metal de las puertas del ascensor, caminó al interior de su nuevo hogar y cerró la puerta, se colocó de espaldas a ella dejándose caer lentamente hasta quedar sentada sobre el suelo; sacó un cigarrillo de la cajetilla y después de encenderlo Inhalo lentamente llenando sus pulmones y alzando su barbilla soltó el humo. En realidad, ella no tenía vicios, sin embargo, solía fumar de vez en cuando, si estaba muy alterada, nerviosa o preocupada y en esta ocasión, le ocurrían todas las mencionadas.
Sin el mínimo ánimo para desempacar, se quedó en el suelo por un largo rato hasta que escucho unos golpeteos en su puerta que la sacaron de su ensimismamiento.
—Ya sé que estás tirada en el suelo, puedo ver tu silueta por la pequeña rendija— mencionó la voz femenina del otro lado de la puerta, era su amiga Anna, le había prometido que ella le ayudaría a decorar el que sería su nuevo hogar y juntas recuperarían poco a poco su vida.
—Te dije que no era necesario que vinieras, estoy bien— sentenció Evangeline ahogando un sollozo luego de levantarse y abrirle la puerta. Limpio una lágrima que estaba a punto de caer y caminó con disimulo hasta la sala.
—Esto no puede seguir así Evie— Mencionó Anna utilizando el diminutivo con el que la llamaban las personas más allegadas a ella.
—¡Mientras tú estás aquí postrada en el suelo, ese imbécil debe de estar teniendo sexo salvaje con la tipa esa! —exclamó con un tono severo, de verdad estaba preocupada por su amiga y no se iría hasta levantar su ánimo.
—Lo sé, tienes razón, debería estar de pie brincando de gusto porque me libre de un patán, pero es más fácil decirlo que hacerlo —respondió Evie. Se encogió en su sitio y luego acomodó su cabello en un moño.
—Lo sé, es por eso por lo que tú y yo vamos a salir este fin de semana— declaró la rubia de ojos marrones con una sonrisa ladina.
—¿De qué hablas? — cuestiono Evie, sin comprender lo que su amiga decía.
—Tú aún estás de vacaciones, así que tomarás una de esas maletas, empacarás tu ropa más sexy y nos iremos a Las Vegas —exclamó la rubia con una gran sonrisa.
—Pienso que estás loca —soltó Evie sin ánimos de continuar esa charla.
—No, ya he comprado los pasajes, el vuelo sale en dos horas —avisó avanzando hasta las maletas y comenzó a abrir una para desocuparla y guardar solo lo necesario. —Ya lloraste suficiente, es hora de que te diviertas y desquites todo el tiempo que le fuiste fiel a ese imbécil —sugirió mientras revisaba cuáles prendas serían convenientes empacar.
—Tienes razón, necesito dejar de pensar en ese idiota, tal vez pueda tener sexo con algún desconocido —manifestó Evangeline, más segura y se apresuró a tomar lo necesario; unos minutos más tarde estaban abordando aquel avión que las llevaría hasta la ciudad del pecado.
Una vez que se instalaron en un hotel, Evie pasó junto con Anna momentos agradables dentro de un casino en las Vegas, perdieron algunas partidas y ganaron otras tantas, después decidieron que era hora de salir a bailar y regresaron al hotel para cambiarse por segunda vez, Evie se colocó un ajustado vestido n***o con unos prominentes tacones, peinó su cabello castaño oscuro y se retoco la máscara de pestañas sobre sus ojos color miel. Estaba completamente dispuesta a pasar la noche con algún desconocido (después de todo, de nada servía seguir llorando por la persona que había destrozado su corazón y lo había convertido en un bote lleno de desperdicios).
Llegaron al club con mayor demanda en la ciudad, ya que para Anna no era difícil colarse en esos lugares por más difícil que fuera ingresar a ellos.
Bastó con una sonrisa sugerente al cadenero del lugar y al de seguridad para que estos les dieran acceso. Una vez dentro avanzaron hasta una mesa y comenzaron a pedir sus bebidas.
—Solo elije al que más te guste, asegúrate de que no sea un psicópata y te lo llevas a la cama— explicó Anna quien se puso de pie y alisó su falda con sus manos para ir a bailar con el hombre guapo parado al fondo que no dejaba de mirarla.
Evie no estaba del todo segura, tomó su pequeño bolso y avanzó hasta la barra, se sentiría menos incomoda ahí que estando sola en una mesa viendo de lejos como su amiga bailaba y unía sus labios con ese hombre al que no conocía. Pidió unas medias de seda y perdió su mirada en la cereza que descansaba en el fondo de la copa, miró a las parejas que alegremente se movían al ritmo de aquella conocida canción que sonaba.
—¿Bailas hermosa? — cuestionó un tipo que se encontraba a su lado sacándola de sus pensamientos; Evie recargada sobre la barra giro su rostro sobre su hombro para dirigir la mirada al sujeto que acababa de interrumpir su trago.
Lo examinó elevando las cejas, pensando que no podía tener peor suerte ¿Cómo es que entró en este lugar? se preguntó, el hombre era un tipo desaliñado, su traje se notaba arrugado y le quedaba una o dos tallas más grande, si bien ella podría no fijarse solo en el aspecto físico, terminar con alguien como él sería demasiado.
—No— respondió Evie regresando su mirada a la bebida pretendiendo ignorarlo.
—¡Anda vamos a bailar! — el hombre era insistente y no se pensaba marchar hasta obtener un "si" cómo respuesta. La recorrió con una mirada lujuriosa, detuvo su vista sobre sus senos y luego la volvió a sus ojos.
—¡Dije que no! — gritó Evie al sujeto que insistentemente le pedía bailar con ella y cuando este tomó su brazo impaciente por qué ella aceptara, una voz gruesa sonó a sus espaldas.
—¿No escuchaste a la señorita? claramente dijo que no— sentenció la voz de aquel hombre que se había colocado detrás de ella.