PAOLA
— ¡salgan de mi oficina o los despediré! —grito don Morales mientras se levanta tapándose las partes nobles con mi sujetador, empujo a los mirones con la mano desocupada, para luego cerrar la puerta con doble llave. Dio unas vueltas tocándose la cabeza y restregándose el rostro.
Al tiempo que yo lo contemplaba, se me queda viendo con el rostro de desconcierto y me pregunta: — ¿Qué fue lo que sucedió?, ¿Cómo es que tú y yo terminamos en esta situación?, la verdad no te quiero ofender, pero no me acuerdo de nada y tengo una jaqueca horrible.
—pues yo tampoco. —le respondo esto, porque no sé cómo explicarle lo que paso, la verdad aún ni siquiera lo digiero.
—por favor vístete, supongo que no demora en llegar mi esposa. —me anuncia esta mala noticia de golpe, después de que dormimos juntos, fue una bomba que no me esperaba, es que yo no sabía que estaba casado, pues nunca lo habíamos visto con una mujer que no fuera su latosa secretaria.
—por supuesto, sí, señor, me apresuró a vestirme, aunque ante su mirada me congelo. —lo contemplo sin hablarle, lo único es que le sonrió suave, con ganas de que por accidente se me resbalen las prendas con las que me arropo, para que me mire la carrocería, es posible que le guste y antes de que yo lo cause como si fuera adivino, él se tapa los ojos.
Se da la vuelta tapándose los ojos con la mano diciéndome, —qué vergüenza, señorita. Mejor iré al baño a echarme agua en la cara mientras usted se viste. Hágale con confianza, más tarde hablaremos de lo que sucedió anoche. Por favor recuerde, yo haré lo mismo, tengo un talento para desempolvar lo que hice en las noches de tragos, me llegan de golpe durante todo el día.
Don Morales corre a encerrarse en su baño privado sin percatarse que yo lo devoro con la mirada, es que me encanta desde la punta de sus pies hasta la cúspide de su cabello.
Me arreglo lo mejor posible, con la felicidad de llevar mis prendas impregnadas de su olor, es algo mágico, no menos que cuando abro la puerta veo a los compañeros esconderse o disimular con bobadas el hecho de que estaban pendientes del chisme. Cruzo por una fila de honor de mis compañeros a quienes no les veo los rostros, tampoco logro entender lo que me hablan, incluso tropiezo con la detestable de Sheila quien se ve pálida y demacrada. Cierro los ojos esperando uno de sus clásicos insultos y al no escuchar su voz los abro observando en su rostro una rara expresión, es como si hubiera visto un espanto.
Me voy al baño, casi no me puedo echar agua en los ojos, los siento pegados porque no me quite el maquillaje, enseguida mis amigas entran a hacerme la encerrona, hostigándome con preguntas, risas y saltos, solo entiendo a una que me cotorrea:
— ¡bravo, amiga, si vieras como están las otras que se muerden los codos porque pasaste la noche con ese papacito rico!, —la que me habla es Angie, la que supuestamente es mi amiga, la que siempre me presumía con su larga cabellera y de cómo su ropa de marca costosa le ornaba su exuberante cuerpo tropical. Además de salir con un novio millonario que le daba dinero para todos sus gustos que una noche en que estábamos de rumba, llego a recogerla y notamos que también era abundante en años, pudimos calcular que le triplicaba la edad, aunque eso es otro cuento.
—si estuvo bien, —les contesto, aunque no sé qué detalles darles, que es lo que sigue en su interrogatorio, para darme tiempo de inventar, que es lo que voy a decirles, tomo un puñado de agua del lavamanos, originando una pausa dramática donde todas ella me contemplan con las bocas y ojos abiertos. Muevo la lengua para empezar a contarles algo, pero me interrumpe un escándalo que escuchamos, que sacude las oficinas, todas nos asomamos y se trata de una mujer delgada, aunque con carne donde la debe tener, desde luego que según los estándares de belleza.
Ella está agitando las manos y gritando algo que no logro entender, luego cachetea a don Morales y el choque suena como un trueno. Luego se coloca las manos en la cintura preguntándole: —¿Danilo, quién es su amante?
Al no recibir, sino divagaciones de parte de don Morales, mejor decide voltearse para buscar a su competencia. Y es como si su mirada fuera llevada de mano en mano por los curiosos presentes, fijándola en mí, en ese momento siento el verdadero terror, pues ella se me viene como un toro en las corralejas, con las garras listas. Cuando ya está cerca, puedo sentir sus bofetadas que me dejaran la cara roja y sus rasguños que me arderán en las mejillas, hasta alcanzo a mover mi cabeza protegiéndome el cabello para que no me lo arranque.
Todo mi cuerpo se endurece esperando sus golpes. Pero al último instante ella se dirige, es a mi bella amiga Angie, quien la frena estirando las manos y mirándome a mí, exponiéndole: —conmigo no es, señora, se equivoca, mire bien esas fotos.
La rabiosa mujer me mira de arriba abajo sorprendida, observa la pantalla, del celular y compara muchas veces las fotos que algún chismoso le envió, y al parecer no considera que pueda ser cierto. Desconcertada, se da media vuelta marchándose, pero con un movimiento repentino se detiene jalándose el pelo, saltando, también cabecea la pared, para luego rugir como una fiera. De nuevo gira situándose frente a mí, donde lo único que puedo observar son sus ojos enrojecidos y un enorme puño que me hace ver estrellitas.
Despierto de espaldas al piso, con un sabor a sangre y por un segundo no sé la razón de que esta señora me esté cabalgando, llenándome de golpes, es como una máquina. Mis amigas no me ayudan, las veo que están ocupadas grabando mi paliza con sus lujosos celulares de fundas adornadas con piedras brillantes. No les importa que ella parece que no se detendrá, hasta mí me parece que esa golpiza es eterna, hasta que esa voz angelical, que incluso me ayudo a considerar que ya estaba difunta y había llegado al cielo, le rogó algo que medio alcance a escuchar bien.
—Ya basta Ángela, déjala en paz, las cosas no son como parecen, todo es un malentendido. —era don Morales, quien la levanto abrazándola, la aparto de mí. Ella como una fiera aprovechó para darme de patadas al momento en que la levantaba.
Mis amigas intentan levantarme sin dejar de grabar, fue un concierto de mochas descoordinadas, a la vez que escuchaba a la señora que le seguía alegando a don Morales, con insultos bufaba algo como esto, —eres de lo peor, no me cabe en la cabeza que te metas con un adefesio de esos. Al menos me hubieras traicionado con tu bella secretaria Sheila, me sentiría menos humillada. Qué vergüenza, no sé qué le viste, de seguro será una maravilla para aquello o te hizo brujería. Es no se me ocurre otra cosa. Aunque bien dicen que el perro traga basura porque se cansa de los manjares.
Estas palabras me hacen sentir mucha rabia, es como si un río de lava subiera por mis piernas, que causa que me libere de mis amigas. Esta vez la veo pequeña, quien continúa manoteando y gritando a don Morales, que se interpone entre ambas para evitar que me siga dando una paliza. Eso es algo que ya no me importa debido a sus palabras hirientes de ella, que fueron como agujas que atravesaron mi corazón, y como un jabón me escurro, por un lado, de mi adorado, jefe, y me lanzo como una pantera, con mis garras listas con el objetivo puesto de marcarle ese rostro de princesa. Pero su pie me frena con un golpazo seco tan duro que se me duerme la cara.
El calor que siento en mi semblante me hace pensar que ella me rompió la nariz, esa mujer a pesar de verse tan delgada es muy ágil, pues me alcanzo a conectar otras dos patadas antes que don Morales la detenga.
Parece que cada uno de mis sentidos falla, sobre todo el de la cautela, porque antes de caer contra una pared le vocifero con rabia, —de todas maneras él fue mío y eso no me lo puedes quitar a golpes.
Esto detona su furia, veo que todo su cuerpo tiembla y es como si se transformara en una bestia y de su boca despidiera vapor. Con un codazo se libera de don Morales, para luego conectarle un rodillazo en sus partes nobles. Eso es lo que alcanzo a ver con claridad, porque después la veo de frente que salta para embestirme con una patada voladora, que me sacudió hasta las ideas, puedo sentir los pedazos de dientes como pedazos de conchas que vuelan de mi boca, aunque no deje de reírme.
Lo único que impide que me quede tendida en el suelo es una pared, donde entre borroso alcanzo a observar que ella me deja de castigar y me da la espalda abriendo las manos, similar a una estrella de lucha libre. Diviso a mis amigas que tienen las caras atónitas, que están emocionadas sin moverse de la salida del baño y sin dejar de grabar con los teléfonos. Me gustaría que me ayudaran, pero únicamente lo que recibo de ellas es que me levanten el pulgar y unas sonrisas exageradas, es como si quisieran más show.
Tal vez por eso me levanto arañando las paredes y le grito: —¿señora, eso es todo lo que tiene?, aún no escucho la campana.
De forma estúpida me lanzo con la firme intención de arrancarle ese cabello de reina y ella con una veloz patada que hunde en mi vientre me deja sin aire. Que causa que mi cabeza se agache, alcanzando a verle de cerca su perfecto cuerpo bien torneado, sin gota de grasa me causa envidia y supongo que es debido a cirugías estéticas. Ella deshace pensamientos con un puñetazo que lo conecta en mi mentón que me levanta, haciéndome sentir que me eleva por los cielos, traspasando cada piso del edificio, saliendo por la terraza, donde puedo observar como todo se empequeñece. Por poco me estrello contra un avión, donde el piloto se asusta al verme para luego hacer cara de repudio, al acabarse el impulso caigo contra ese edificio atravesándolo hasta llegar al sótano que por instantes brilla y luego se queda todo a oscuras
despierto abriendo los ojos, tengo una máscara de oxígeno que me aprieta la cabeza, me jala el cabello, me doy de cuenta como me sacan por la salida del edificio, en una camilla, rumbo a una ambulancia donde a mi lado me va cogiendo la mano izquierda mi adorado Morales, quien se alegra al notar que lo estoy mirando.
“Al parecer yo gané.”