Capítulo 9 : No Te Estoy Pidiendo Nada

1532 Words
Finalmente terminamos y me levanté lo más rápido que pude. —Hemos terminado. Regresaré a mi puesto, si tiene alguna otra duda puede hablarlo con la señora Regina. Tomé mi portafolio y traté de caminar a la salida, pero antes de hacerlo su mano me tomó deteniéndome. —Aguarda Ivanna. Aziel no se apartó. Ni un centímetro. Estaba demasiado cerca. Sus ojos recorrieron mi rostro como si estuviera descifrando cada detalle, como si cada centímetro de mi piel tuviera un secreto que él ansiaba conocer. Sentí mi respiración acelerarse. No podía pensar, no podía concentrarme. Sólo sentía. —Ivanna... —mi nombre flotó en el aire, susurrado, como si no fuera una pregunta, sino una invitación. Mis labios se abrieron para responder, pero las palabras se atascaban en mi garganta. El instante había llegado y no sabía si quería retroceder o seguir adelante. —No tienes que decir nada, Ivanna. No tienes que esconder lo que sientes... —dijo con una seguridad que me desarmó, sus ojos brillando con una intensidad que sentí en todo mi cuerpo. Algo dentro de mí se rompió en ese momento. Algo se liberó, como si fuera una fuerza que se apoderaba de mi mente y de mi voluntad. Ya no podía luchar. Ya no quería luchar. Antes de que pudiera pensar, antes de que el miedo o la razón tomaran el control, lo sentí: sus labios sobre los míos. Era un beso suave, titubeante al principio, como si ambos estuviéramos midiendo el impacto, pero luego, todo se deshizo. Fue como un volcán que entra en erupción después de siglos de estar dormido. La intensidad del momento lo envolvió todo. Mis manos se levantaron involuntarias, tocando su pecho, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la tela de su camisa, como si su cuerpo estuviera gritando lo mismo que el mío. Mi mente trató de despejarse, de recordar quién era, qué estaba haciendo. Pero la verdad es que no sabía. No entendía qué pasaba, ni por qué no quería detenerme. ¿Era esto lo que quería? ¿Lo que buscaba? ¿O simplemente era el caos de mis sentimientos encontrando una salida? Aziel respondió a mi beso con una urgencia que me sorprendió. Como si hubiera estado esperando este momento desde mucho antes, como si sus propios deseos se hubieran acumulado hasta ese instante. Me separé un poco, mi aliento agitado, pero él no retrocedió. Estaba tan cerca que podía sentir su calor, podía sentir la incertidumbre en su mirada y la necesidad en su gesto. —Ivanna... —dijo entre susurros, pero sus palabras se quedaron en el aire, sin respuesta. ¿Qué podía decir? ¿Cómo podría explicar lo que acababa de pasar entre nosotros? El silencio llenó la habitación, pesado y denso, mientras ambos nos mirábamos, el espacio entre nosotros ardiendo con una nueva tensión. Mis pensamientos eran un torbellino. Parte de mí quería huir, alejarme de lo que acababa de suceder, de lo que podría suceder. Parte de mí quería quedarme, quería ver hasta dónde llegaba, pero sabía que cualquier paso en falso podía destruirlo todo. Me senté, de vuelta en la silla, tratando de recuperar el aliento. Aziel no se movió. Estaba ahí, observándome como si esperara que dijera algo. Pero no sabía qué decir. No sabía si este beso había sido un error o si, por el contrario, era el comienzo de algo que ninguno de los dos podría controlar. En ese instante, el ruido del mundo fuera de la sala parecía desvanecerse, y el único sonido que escuchaba era el latido acelerado de mi propio corazón. ¿Qué había hecho? ¿Qué significaba esto para nosotros? La incertidumbre lo envolvía todo. Aziel finalmente habló, y su voz, aunque tranquila, tenía un matiz de expectación. —No tengo idea de lo que esto significa, Ivanna... pero no me arrepiento. Mis labios se entreabrieron, pero no sabía cómo responder. El caos en mi mente seguía sin calmarse. Solo sabía que había algo en él, algo que no podía entender, pero que, al mismo tiempo, me mantenía atrapada. Salí de la sala de reuniones casi tambaleándome, como si el suelo bajo mis pies se hubiera convertido en arena movediza. Mi respiración seguía siendo irregular, y cada paso que daba parecía resonar más fuerte de lo necesario. Apenas escuché las voces de los empleados que se cruzaban conmigo en el pasillo. Sus rostros eran solo manchas borrosas en mi periferia. "¿Qué acabo de hacer?" Me repetía una y otra vez, como si las palabras pudieran devolverme el control que sentía perder. Pero no lo lograban. Mi mente era un caos absoluto. El beso. Aziel. Sus manos sosteniéndome con la misma intensidad con la que me miraba... Todo estaba ahí, grabado con una claridad aterradora. Entré rápidamente al la oficina de producción cerrando la puerta detrás de mí y apoyándome contra ella tratando de recuperar el aliento. Las emociones eran demasiadas, todas al mismo tiempo: sorpresa, culpa, deseo, confusión. Llevé una mano a mis labios, aún cálidos por el contacto, y me odié un poco por sentir un escalofrío que recorría mi cuerpo. No podía permitirme esto. No ahora. No con él. Aziel era un enigma peligroso, una persona que podía derribar todas las barreras que tanto esfuerzo me había costado construir. —Ivanna... —su voz resonaba en mi memoria, suave pero firme, cargada de algo que no quería interpretar. "Esto no puede repetirse. No puede significar nada", me dije, intentando convencerme de que aún tenía el control. El resto del día pasó como un borrón. Las reuniones, los correos, las llamadas... Todo parecía suceder a un ritmo distinto al mío, como si el mundo siguiera avanzando mientras yo estaba atrapada en un remolino emocional. Y para colmo, Aziel parecía estar en todas partes. Cada vez que me encontraba en algún departamento lo encontraba mirándome, y esas miradas no eran fáciles de ignorar. "¿Qué está pensando? ¿Se arrepiente? ¿Está tan confundido como yo?" Intenté mantenerme ocupada, refugiándome en el trabajo, pero cada vez que lo veía, el recuerdo del beso volvía con fuerza, arrastrándome de nuevo al mismo lugar de incertidumbre. Eran casi las seis cuando, finalmente, reuní el valor para enfrentar la situación. Si no hablaba con Aziel ahora, este peso no me dejaría dormir. Tomé aire profundamente, me levanté de mi escritorio y caminé hacia su oficina, cada paso cargado de dudas. Cuando llegué, la puerta estaba entreabierta. Lo encontré sentado en su silla, revisando algunos documentos, pero su mirada no estaba realmente en ellos. Parecía tan perdido como yo. Golpeé suavemente la puerta, y al levantar la vista, su expresión cambió. Había algo en sus ojos, algo que mezclaba alivio con expectación. —¿Tienes un minuto? —pregunté, intentando sonar más segura de lo que me sentía. —Siempre —respondió, dejando los papeles a un lado y enfocándose completamente en mí. Entré y cerré la puerta detrás de mí, consciente de que cada movimiento era una declaración. No quería interrupciones. Esto era entre nosotros. —Sobre... lo de antes —comencé, sintiendo cómo el rubor subía a mis mejillas. No era fácil encontrar las palabras para algo tan complicado. —No sé qué pasó, ni por qué, pero creo que necesitamos... aclararlo. Aziel asintió lentamente, como si estuviera sopesando sus palabras antes de hablar. —No tienes que explicarte, Ivanna. Lo que pasó... —su voz era baja, suave, casi un susurro. —Sé que fue inesperado. No quiero presionarte, pero tampoco puedo pretender que no ocurrió. —Eso es lo que me preocupa —dije rápidamente, mi voz traicionando la confusión que sentía. —No sé cómo lidiar con esto. No sé qué significa, ni si debería significar algo. Se levantó de su silla y caminó hacia mí, manteniendo una distancia prudente, pero su presencia llenaba la habitación. —No tienes que decidir nada ahora, —dijo, con una calma que contrastaba con la tormenta en mi interior. —Pero quiero que sepas algo, Ivanna. No me arrepiento de lo que pasó. Y, por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy siendo completamente honesto conmigo mismo. Sus palabras me golpearon con fuerza. Era como si estuviera dándome permiso para sentir algo que había estado reprimiendo durante tanto tiempo. —Aziel... —comencé, pero no sabía cómo terminar esa frase. —No te estoy pidiendo nada —continuó, interrumpiéndome suavemente. —Solo quería que lo supieras. Su sinceridad me desarmó. Por un momento, todo el ruido en mi cabeza se desvaneció, y lo único que quedó fue la realidad de lo que estábamos viviendo. Había algo entre nosotros, algo que ninguno de los dos entendía del todo, pero que era imposible de ignorar. —No puedo prometer nada, —dije finalmente, sintiendo cómo mi voz se quebraba. —Pero tampoco quiero perder esto... lo que sea que sea. Aziel asintió, una pequeña sonrisa curvándose en sus labios. No era una victoria ni una declaración, solo un entendimiento. Y en ese instante, aunque el futuro seguía siendo incierto, algo dentro de mí comenzó a cambiar. Quizás, por primera vez, estaba dispuesta a enfrentar lo que sentía, incluso si no tenía todas las respuestas...
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