El sonido del teléfono vibrando sobre la mesa me sacó de mis pensamientos. Miré la pantalla, y era Marlon. El tipo no entendía la palabra "descanso" si su vida dependiera de ello. Sin embargo, decidí responder. Necesitaba hablar con alguien, y, aunque no estuviera seguro de qué exactamente quería decir, Marlon era la única persona que podía entenderme sin juzgarme.
—¿Qué pasa, hermano? —dijo su voz al otro lado de la línea, sonando despreocupada como siempre.
Suspiré y me recosté contra el respaldo del sofá, pasando la mano por mi rostro.
—No sé qué está pasando,algo no me cuadra con Ivanna.
Hubo un largo silencio al otro lado, como si estuviera procesando mis palabras. Sabía que me conocía lo suficiente como para darme cuenta de que algo más estaba en juego.
—¿Ivanna? ¿La misma chica que...? —preguntó con una leve risa, pero no era el momento de bromear.
—Sí, la misma. Mira, no sé qué me pasa, pero no puedo dejar de pensar en ella. Es más complicado de lo que parece.
Podía escuchar el leve crujir de una silla en su lado, como si estuviera acomodándose en una posición más cómoda para escucharme. Siempre era así, el tipo que se tomaba en serio mis dilemas existenciales.
—A ver, ¿qué es lo que no te cuadra? —preguntó al fin, su tono curioso.
Empecé a contarle todo lo sucedido con ella desde el día que nos vimos en la cafetería hasta el encuentro y el final del día de hoy.
Una pausa más larga, y pude imaginar a Marlon frunciendo el ceño mientras procesaba mi confesión.
—Estás atrapado, amigo. Eso lo sabes, ¿verdad? —dijo, no con reproche, sino con una cierta comprensión.
—Lo sé —respondí rápidamente, sin necesidad de que me lo dijera. Sabía que estaba tomando decisiones impulsivas y que, en algún punto, tenía que detenerme. Pero no podía. La idea de que algo estuviera mal con Ivanna me mantenía despierto por las noches. Algo en su mirada, algo en la forma en que había reaccionado antes, simplemente no me dejaba tranquilo.
Marlon resopló, y pude escuchar cómo se recostaba en su silla, como si se estuviera preparando para darme una charla filosófica.
—Mira, Aziel, el problema con ella es que es un caos. No te va a ser fácil descifrarla, y lo que pasa por su cabeza probablemente no tiene nada que ver con lo que ves en la superficie. Lo único que sé es que si te sigues metiendo en su vida, vas a terminar atrapado también. Y ni te cuento cómo te vas a sentir cuando descubras que quizás no te necesita en absoluto.
—No es eso, Marlon. No es que quiera salvarla ni nada por el estilo. Solo... —me interrumpí, luchando por encontrar las palabras adecuadas—. Solo no quiero dejarla sola, pero no sé por qué. Es como si algo en mí me obligara a quedarme cerca.
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea.
—¿Y si ella no te necesita, Aziel? —preguntó,suavemente esta vez, con una preocupación que se notaba. No era un consejo directo, sino más bien una invitación a reflexionar.
Mi pecho se tensó, como si las palabras de Lucas tuvieran el poder de hacerme confrontar mis propios miedos. ¿Qué si Ivanna no me necesitaba? ¿Y si lo que sentía no era más que una atracción impulsiva, una necesidad de llenar un vacío que ella no podía llenar?
—No sé qué hacer hermano. Siento que estoy perdiendo el control. —Mi voz salió rasposa, como si la duda y la frustración me estuvieran aplastando.
Otro silencio pesado. Marlon siempre sabía cuándo callar. Esperaba pacientemente que le diera más.
—Tienes que pensar bien en esto, Aziel. Porque lo que sea que ella esté pasando, no lo estás entendiendo completamente. No ahora, no tan pronto. Y lo peor de todo es que podrías terminar enredado en algo que ni siquiera puedes imaginar. ¿Estás seguro de que estás dispuesto a lidiar con eso?
La pregunta me golpeó de lleno. ¿Estaba dispuesto? ¿De verdad sabía a lo que me enfrentaba? Porque, por más que lo pensara, algo me decía que Ivanna era más complicada de lo que podía comprender en este momento.
—No sé si estoy dispuesto —respondí finalmente, el peso de mis propias palabras golpeándome más fuerte que antes.
—Entonces toma un paso atrás, amigo. Piensa con calma. No actúes solo por lo que sientes ahora, porque lo que sientes puede nublarte el juicio. Piensa bien si realmente quieres ser parte de su caos. Y si lo haces, no esperes que sea fácil. Nunca lo será.
Sentí un nudo en el estómago. Él tenía razón. Pero la pregunta seguía allí, flotando en el aire:
¿Cómo podía dar un paso atrás cuando lo que veía en Ivanna me seguía persiguiendo?
La llamada terminó en silencio, y me quedé mirando mi teléfono. Algo me decía que mi vida acababa de tomar un giro irreversible, pero no sabía si estaba preparado para lo que eso significaba.
(***)
La luz que entraba por la ventana de mi oficina estaba tan fría como mi estado de ánimo. El ruido de la ciudad filtrado por el cristal me parecía lejano, pero a la vez demasiado cercano. Me pasé una mano por el rostro, tratando de despejarme, aunque mi mente seguía atrapada en lo que había sucedido con Ivanna.
Había algo en ella que me desbordaba. Cada vez que la veía, sentía como si el aire entre nosotros se cargara de electricidad estática. Ese magnetismo del que había hablado Lucas no era solo una metáfora, lo sentía en cada fibra de mi ser, aunque intentara ignorarlo.
Estaba sumido en mis pensamientos, cuando la puerta de mi oficina se abrió con suavidad. Al principio, no la vi. No hasta que escuché su voz, tan suave pero firme.
—¿Tiene un momento señor Carter ? —preguntó Ivanna, de pie en el umbral de la puerta, con la mirada fija en mí.
Mi estómago se tensó al instante. Por un segundo, sentí que me faltaba el aire, como si cada palabra que dijera pudiera desencadenar algo que aún no comprendía. Pero me recompuse rápidamente y levanté la vista para mirarla.
—Claro, Ivanna. Pasa —respondí sereno —. Pero creo que después de lo de ayer puedes llamarme por mi nombre y dejar la formalidad.
—Prefiero guardar postura en su empresa.
Cerró la puerta tras ella, y me sentí extrañamente atrapado en el pequeño espacio de la oficina, como si no pudiera escapar de la tensión palpable entre los dos. Ivanna parecía calmada, pero sus ojos oscuros traicionaban una inquietud que no podía ocultar.
—La señora Regina me ha encargado que le traiga estos informes de producción para que los revise . —dijo mientras dejaba una carpeta sobre mi escritorio, evitando mirarme por más de unos segundos.
Asentí, tratando de centrarme en el trabajo, aunque mi mente estaba lejos de las cifras y datos en la carpeta. Cada gesto de Ivanna, cada palabra que pronunciaba, parecía cargar de más peso todo lo que me estaba ocurriendo internamente.
—Está bien, lo revisaré —respondí sin mirarla, pues sabía que si lo hacía, se notaría demasiado el conflicto en mi mirada.
Había algo en su postura que me desconcertaba. Ivanna siempre había sido una mujer segura de sí misma, pero hoy parecía diferente. Había una histilidad en su comportamiento que no había notado antes, algo que estaba ocultando, pero no tenía idea de qué. Tal vez lo estaba inventando, tal vez mis pensamientos se estaban nublando. No lo sabía.
Tomé la carpeta y comencé a ojearla, pero el silencio entre nosotros se hacía insoportable. No soportaba la distancia que se estaba creando, a pesar de que ella estaba tan cerca físicamente. No pude evitar hablar.
—¿Estás bien? —mi voz sonó más grave de lo que quería, y me maldije mentalmente por ello.
Ivanna se detuvo, su mirada fija en el suelo por un momento antes de alzarla para mirarme. La intensidad de su mirada me dejó sin palabras. Era una mezcla de cansancio, pero también de algo más profundo, algo que no podía descifrar.
—Sí, claro —respondió, aunque su voz no coincidía con la seguridad de sus palabras. Había una ligera titubeo al final de la frase, algo que se me pasó desapercibido la primera vez que la escuché.
La observé un segundo más, pero me volví a concentrar en la carpeta, sintiendo que todo en mi interior quería cuestionarla, quería presionarla para que me hablara de lo que estaba sucediendo. Pero algo me detuvo. Algo me decía que no debía. Aún no.
Pasaron unos minutos en silencio mientras revisaba el informe. La sensación de que algo estaba a punto de suceder se intensificaba. Ivanna no se movió, pero no podía evitar notar su presencia a cada momento. Cada vez que se acercaba a mi escritorio o incluso cuando respiraba, me distraía, me hacía sentir algo que no podía explicar.
Finalmente, no pude resistirlo más.
—Ivanna, ¿de verdad estás bien? —volví a preguntar, más suave esta vez. No era solo la Ivanna de ayer. Había algo duro en su mirada, algo que me hacía sentir que algo le molestaba.
Ella se quedó quieta por un instante, como si estuviera luchando contra algo dentro de sí misma. Sus ojos se entrecerraron levemente, y noté cómo sus manos se apretaban contra los bordes de su falda, como si intentara aferrarse a algo, o quizás como si tratara de evitar que su vulnerabilidad se hiciera visible.
—No necesito que me protejas —dijo finalmente, sus palabras casi un susurro, pero cargadas de una firmeza que me sorprendió.
Mi respiración se detuvo por un momento. No sabía qué responder. Quería preguntar qué era lo que la hacía tan fuerte y a la vez tan frágil, pero no lo hice. Había algo en ella que me detenía, algo que me hacía temer que, al indagar más, podría descubrir algo que cambiaría todo.
—Lo sé, Ivanna —respondí, mi voz más suave, mientras miraba de nuevo el informe sin realmente leerlo.
Hubo un largo silencio entre nosotros. Al fin, Ivanna dio un paso atrás, como si decidiera no seguir con esa conversación.
—Voy a dejarte revisar esto. Te veré más tarde, Aziel —dijo sin mirar atrás, su tono ya más distante, como si esa vulnerabilidad de antes fuera algo que deseaba olvidar.
Observé cómo salía de la oficina, y por un instante me quedé allí, quieto, preguntándome si algo había cambiado entre nosotros, aunque no podía darme cuenta de qué. Pero algo me decía que lo que fuera que ella estaba ocultando no solo afectaba su vida, sino que también estaba empezando a afectar la mía, de maneras que aún no comprendía...