– Me gusta, dámelo. No fue una petición forzada, más bien, fue el comentario de un niño de seis años y acto seguido, el niño que jugaba en el patio se levantó, tomó el coche que su padre le regaló y se lo entregó a Dominick con lágrimas en los ojos. Una posesión valiosa, un autentico tesoro y fue entregado en sus manos, solo porque dijo que le gustaba. Dominick era muy joven para entender que algo estaba mal o que la forma en que las personas a su alrededor reaccionaban, no era normal. – Nicky es un niño muy inteligente y muy despierto – dijo la psicóloga escolar después de que Dominick le dijera, “todo está bien”, y pasó quince minutos hablando sobre lo maravilloso que era tenerlo como estudiante. Al terminar Dominick miró a su padre y notó la tristeza en su rostro. Tenía once años,