Liliana Seldwyn se sorprendió al recibir la llamada y dudó, no importaba que la otra persona quisiera ayudar o se mostrara amable, no podía dejar entrar a un hombre desconocido a la casa en dónde estaban sus hijos. Por esa razón, entró a una cafetería que estaba a cuatro calles de su casa y miró al coleccionista Dominick Kilian – siento llegar tarde – su hijo tuvo fiebre y fue complicado conseguir una niñera. – No se preocupe – respondió Dominick y acomodó la silla para que ella se sentara – sobre lo que le comenté por teléfono, estos son los aretes que busco – le mostró la fotografía de una de las muchas reproducciones que había en el mercado. La señora Seldwyn miró la imagen y alejó el celular – como le dije, mi esposo jamás tuvo acceso a la caja fuerte de la mansión, yo tampoco, lo q