—Ven, vamos adentro —pidió María, tomando a su amiga de la mano y arrastrándola hasta su sala—, te ofreceré algo de beber. ¿Qué se te antoja? —Un tequila —respondió Mariel y sonrió de la cara que hizo su amiga—, mejor dos. María sonrió, soltando a su amiga, dejando caer sus hombros un poco al frente de su cuerpo mientras suspiraba y negaba con la cabeza sonriendo medio divertida. —¿Qué no prometimos que ya no íbamos a beber juntas? —cuestionó María, caminando hasta la alacena, en donde estaba esa botella de tequila que usaba solo para cocinar, pero que seguro se terminaría en media hora—. La última vez Catalina perdió tu auto luego de robárselo. —Pero hoy no está Cati —señaló Mariel, terminando por reír en silencio, conteniendo la risa porque no era de mujeres educadas reír a carca
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